Externado modelo 1890
“Hay: una biblioteca escogida la cual contiene las obras recientes sobre los ramos de la enseñanza científica y literaria, y una colección de los principales clásicos antiguos y modernos; un gabinete de Física y un laboratorio de Química…”
“…El colegio tiene cinco patios regularmente espaciosos y tres solares, y en uno de los primeros están los baños de regadera que ha hecho colocar allí el doctor Pinzón para mayor comodidad y aseo de los alumnos… los alumnos estaban obligados a bañarse el cuerpo por lo menos dos veces a la semana salvo excusa por escrito del médico del colegio, señor Juan David Herrera”.
“Como complemento diario a este régimen están los ejercicios de gimnástica para lo cual hay un profesor especial y un salón perfectamente dotado de los aparatos clásicos, y colchones, paralelas, escaleras, mazas de hierro, mazas de madera y cables de tracción. Existen, además, los aparatos necesarios para el aprendizaje de la esgrima”. Y a eso se agregaban clases de baile los sábados en la noche (relato de un estudiante con el seudónimo de Emilio).
Por otro lado, el reglamento señalaba que para los alumnos no residentes en Bogotá el director les buscaría “casas de asistencia responsables, baratas y respetables, en las cuales vivirían por grupos bajo la vigilancia inmediata de un pasante”.
Había normas y turnos para el uso del teléfono, servicio que se había iniciado en 1884, y que en tiempos del Externado tenía 132 abonados en la ciudad. Así figuraba la Universidad en el directorio telefónico: “Pinzón W. Nicolás Externado… 39”.
Asimismo, los alumnos hacían uso de un apartado postal que la Universidad puso a sus órdenes, como un claro antecedente del servicio de correo electrónico.
Finalmente, la Revista Judicial del 4 de diciembre de 1886, bajo el título de Victorias del Externado, señala:
“No ha sido el Externado una tienda de usura: es hoy en Colombia la tienda libre de los hijos del desierto… A pesar de ser una empresa privada, no obstante que demanda erogaciones sumamente crecidas, los jóvenes pobres tienen una bondadosa protección, un cariñoso abrigo; y la ciencia, muchas veces alejada del entendimiento por una barrera de oro, es allí barata”.
Había un profesor de quien los estudiantes decían que “sabía más que los libros”. Era nadie más ni nadie menos que el ex presidente de los Estados Unidos de Colombia, el radical don Santiago Pérez Manosalva, quien compartió con Nicolás Pinzón la rectoría entre 1892 y 1983. A su sabiduría, sencillez y humildad, don Santiago, sumaba su pacifismo y sentido cristiano que lo llevaron a oponerse a las guerras, especialmente a las últimas del siglo XIX.
Pero el exmandatario utilizaba muy bien otra clase de armas y participó en muchas batallas en los terrenos de la prensa y la política. Y si su espada nunca se afiló, su pluma sí, en tiempos en los que disentir era un pecado y un delito.
Don Santiago disentía, con todo el arsenal de sus argumentos, desde el periódico El Relator, y hacía incómoda oposición. Las consecuencias llegaron en 1893, cuando por decreto del vicepresidente Miguel Antonio Caro, su hogar fue allanado, sus bienes confiscados y el ex presidente Pérez desterrado del país, acusado de “conspirador, anarquista y dinamitero”.