El Externado por dentro y por fuera

El eterno trasteo.

Plaza de Nariño, década del 30

Antes de adquirir su primera sede propia el Externado fue nómada, pues funcionó en diversos locales, en viejas y modestas casonas coloniales o republicanas tomadas en arriendo. En 1918 ocupa un local ubicado en la carrera décima número 276.

En 1919 se traslada a la sede de la Plaza de Nariño, en San Victorino, carrera 12 número 130. El barrio es, en ese momento, un sitio de encuentro estratégico; muy cerca de la Universidad está la Estación de la Sabana adonde llegan los alumnos provenientes de sus lugares de origen a bordo del tren, que muchas veces es la última etapa de viajes a pie o en mula por caminos difíciles y peligrosos. La estación está sobre la Avenida Colón o Paseo Colón (Calle 13), arborizado, y flanqueado por residencias estilo francés segundo imperio y algunas casonas republicanas o coloniales. Es una pujante zona comercial, donde funcionan también tiendas, cantinas y boliches. Las calles eran recorridas por tranvías tirados por mulas.

“La casa del Externado era de dos plantas con piso y escaleras de madera, tenía un patiecito abajo, donde quedaban los servicios. Los salones eran pequeños, incómodos, oscuros, e inadecuados. No había pupitres sino unas bancas largas con espaldar parado, vertical. Uno quedaba sentado como envarado, tipo estatua. Los apuntes los tomábamos apoyando el cuaderno sobre las piernas.

Recuerdo el primer día en el salón rectoral: modesto lugar, con sillas viejas de cuero, muy cómodas. Ahí estaba el doctor Mendoza, tenía cara de Maestro, bigote blanco, vestía de negro y acostumbraba a usar un sobretodo del mismo color. Era muy adusto, muy serio y uno se impresionaba; pero era cortés, amable y bondadoso. Él me invitó a sentarme en el centro de la sala y arredrado recibí el interrogatorio: de mi pueblo, de mi departamento, de la situación política, de la economía, de la vida social… Don Diego ordenó al doctor Zabala, el secretario, que me matriculara. Había nada más otro empleado: el portero que después estudió y se graduó”.

Luis Ángel Tofiño. 

El rector Diego Mendoza Pérez, con estudiantes y profesores

Estudiantes – secretarios, mensajeros, porteros.


Los estudiantes, muchos de ellos venidos de familias de provincia, tenían que arreglárselas para subsistir en la capital, tal como hoy sucede en muchos casos.

Pero entonces no había ICETEX, y las entidades financieras no prestaban para educación. La Universidad jugaba en este aspecto un papel crucial a pesar de sus carencias. Bajo la estricta condición de buen comportamiento y excelentes resultados académicos, el Externado ayudaba a sus estudiantes pobres a convertirse en profesionales, a cambio de trabajos de diversa índole en la secretaría, en la portería, en la mensajería. El primer nombramiento recayó en el estudiante Ernesto M. Sandoval, según lo recordó uno de sus compañeros. Otro de ellos fue el vallecaucano José María Marmolejo quien, convertido en asistente personal de Don Diego, fue autorizado a vivir en una pieza pequeña en la misma sede de la universidad.

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8 y 9 de junio de 1929: la muerte de un estudiante


Con racimos de banano ensartados en palos, los estudiantes bogotanos, muchos de ellos externadistas, salieron a la calle el 8 de junio, para manifestarle al General Carlos Cortés Vargas, en ese momento comandante de la Policía de la ciudad que no olvidaban su participación funesta en la “masacre de las bananeras”, ocurrida en el departamento del Magdalena seis meses antes, en la que se masacró a un número indeterminado de trabajadores de la United Fruit Company, que se habían declarado en huelga para exigir reivindicaciones tan elementales como el descanso dominical. Un episodio tan infame, que dio tema para la obra maestra del Nobel de literatura, Gabriel García Márquez.

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Los estudiantes se manifestaban también contra un foco de corrupción en el Ministerio de Obras Públicas. Cuando pasaban por la carrera 8 con calle 9, la guardia presidencial disparó y dio muerte a Gonzalo Bravo Pérez, convertido desde entonces en símbolo de las luchas estudiantiles.

Presidente Externadista.


Con el grupo marchaban ese día dos muchachos venezolanos que habían huido de su país, perseguidos a muerte por el dictador Juan Vicente Gómez, resentido por la oposición estudiantil. “El país no necesita estudiantes, sino peones y soldados”, decía el sátrapa.

Gonzalo Carnevali y Raul Leoni, se llamaban estos dos chicos refugiados en Colombia; Leoni estudió Derecho en el Externado y se graduó como abogado en 1937; 27 años más tarde, se posesionaba como presidente constitucional de Venezuela y en tal calidad visitó nuestra Universidad y recordó sus días como externadista.