Renace el Externado y llega la pandemia
Como resultado del deseo de alumnos y profesores de la primera época del Externado de recuperar una universidad independiente, ajena a la politiquería, desmarcada de los directorios políticos de cualquier orientación, en 1918 se reabrió el Externado, bajo la rectoría de don Diego Mendoza Pérez.
Para entonces ya se intensificaban las inquietudes sociales entre los alumnos, conscientes de las profundas injusticias que se palpaban a la vuelta de cada esquina. La clase obrera se organizaba, la recién nacida Unión Soviética representaba los sueños de igualdad de muchos. En este contexto floreció el movimiento estudiantil del que los externadistas no fueron ajenos.
Los externadistas contaban con el estímulo del rector, uno de los primeros sociólogos del país (además de abogado y educador), convencido de la necesidad de formar gentes sensibles a las realidades de Colombia.
Los grupos de estudiantes comunistas, o aspirantes a serlo, deslumbrados por el modelo soviético que se estrenaba en la antigua Rusia, se reunían en una tintorería situada en la calle 19 con carrera 8 de Bogotá, de propiedad de un ruso llamado Silvestre Savinski, quien, si bien no tenía formación marxista, sí era capaz de traducir los periódicos venidos de la URSS, ante una audiencia numerosa.
La gripa española. Pero el impulso que traían los externadistas con el fin de restablecer su universidad se vio disminuido a los pocos meses, en octubre del 1918, cuando no pocos transeúntes bogotanos comenzaron a caer muertos como moscas en plena calle. Eran las primeras víctimas de la llamada ‘gripa española’ que, hasta donde se sabe, no vino de España sino de la Europa en guerra y que causó alrededor de 50 millones de muertes en todo el mundo.
Si es grande la incertidumbre de hoy, cuando, por lo menos en teoría, el mundo tiene vacunas, medicamentos, tratamientos, hospitales, cómo sería entonces la zozobra de la gente ante un mal desconocido, que se llevó al 2 por ciento de la población de Bogotá que, entonces, rondaba los 150 mil habitantes.
Según algunas de las pocas cifras que existen sobre el suceso en Bogotá, la gripa española, (a la que los bogotanos bautizaron “el abrazo de Suárez”, en referencia a las inexistentes medidas adoptadas por el presidente Marco Fidel Suárez) afectó al 80% de la población, lo que llevó a una parálisis total: desde todos los ministros que ‘cayeron en cama’, pasando por los empleados del telégrafo, los de los correos, y los de los demás servicios públicos, todos los sectores sociales debieron suspender actividades, entre ellos las universidades, como consta en las crónicas de la época, aunque no hay referencia específica al Externado.
Como resultado de esta epidemia que, afortunadamente, solo duró hasta el siguiente mes de noviembre, saltó al primer plano la protagonista principal de la jornada: la Miseria de la gran mayoría de los bogotanos, hacinados en tugurios de piso de tierra en los cerros orientales, analfabetos, carentes de servicios públicos, cuyos cadáveres aumentaban las pilas de cuerpos que transportaban las carretas de la basura hacia un cementerio donde no había lugar para tanta gente.
Una ciudad con un acueducto precario que solo cubría algunos barrios; que no ofrecía ningún servicio sanitario estatal, más allá de los hospitales de caridad. Una población que compensaba la mala nutrición con ingentes cantidades de chicha. Barrios sin alcantarillado, casas sitiadas por la basura, el lodo y las aguas contaminadas, en la que se desconocían los más elementales principios de higiene y que, ante la ausencia de acción estatal tuvo que ponerse en manos de organizaciones de caridad que atendieron la emergencia como pudieron.
Una ciudad cuya triste realidad despertó muchas inquietudes y ganas de cambiar la realidad entre los estudiantes.
Imágenes en contexto
Video Construcción del nuevo acueducto de Bogotá, 1934-1938. Archivo de Bogotá. Colección Privada Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. Sección Archivo histórico de los Acevedo.