Rosita, la primera
Por los siglos de los siglos confinadas en los límites de su casa y concentradas en las tareas referentes a la maternidad y al hogar, las mujeres comienzan a aparecer en otros espacios, como la Universidad, a mediados de la década del 30 del siglo XX.
1937 es un año memorable para el Externado de Colombia. Porque a los pantalones que vestían todos los alumnos de la Facultad de Derecho, el primer día de clase, se sumó una falda, la de Rosita Rojas Castro, quien cinco años más adelante, se convertiría en la primera abogada del país y, luego, en la primera jueza.
Pero decimos mal, porque no fue una falda sino dos: los primeros días de clase Rosita asistía acompañada de su mamá, y así vencía el temor de verse única entre tantos compañeros. El rector Ricardo Hinestrosa Daza se preguntaba, en broma, cuál de las dos se graduaría primero.
Desde entonces, Rosita se convirtió en personaje muy popular de aquella Bogotá fría, parroquial y atrasada, pues la prensa no dejó de seguirla para dar cuenta hasta del último movimiento de la “futura abogado”.
Se resaltaba no solo el acceso de Rosita a las aulas, sino sus primeros logros profesionales como penalista, y el conflicto suscitado por su nombramiento como juez (la palabra jueza tampoco existía), acto que fue demandado con el siguiente argumento: si la mujer no puede elegir (aún ellas no tenían cédula), tampoco puede ser elegida. Por fortuna, tres de sus profesores en el Externado se encargaron de defender la legalidad del nombramiento y ganaron el pleito.
Víctima de una encefalitis, Rosita falleció muy joven, seguramente sin imaginar siquiera que, para el siglo XXI mujeres estudiantes de Derecho y de otras carreras serían mayoría en la universidad.
Y hubo traumas e incomodidades por la presencia de las mujeres en las aulas. Un alumno de finales de los 40, recuerda:
“mujeres en el curso, había tres o cuatro y se salían cuando el profesor de Medicina legal iba a hablar de ciertas cosas… El profesor tenía la discreción de decírselo: ‘señoritas, tienen el rato libre, pueden retirarse’. Y ellas: ‘¡uy, ese va a hablar de cosas feas!’”.