La gran efervescencia
Si los movimientos estudiantiles en periodos anteriores, salvo excepciones, habían respondido a la lógica del bipartidismo, en los años 60 la juventud universitaria puso distancia, estimulada por experiencias tan ‘seductoras’ como la Revolución Cubana (1959).
Algunos grupos políticos juveniles respondían a las directrices de la Unión Soviética; otros a China, otros a Cuba, y, algunos, a movimientos disidentes; a ellos se suman organizaciones de carácter más local como el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal) o la Alianza Nacional Popular, ANAPO. Y cercanas a ellos están las células urbanas del ELN o del EPL, consiguiendo adeptos para la lucha armada. Estudiantes de universidades públicas y privadas como el Externado, atendieron el llamado a enfrentar el establecimiento, siguieron a una estrella que surgió en el firmamento, el cura Camilo Torres, que, de capellán de la Universidad Nacional pasó a guerrillero del ELN, movido profundamente por sus inquietudes sociales, y terminó muerto por el ejército a pocos días de haber empuñado el fusil.
“Camilo Torres, dice la profesora emérita y alumna de aquella época, Emilssen González de Cancino, tenía mucha simpatía entre nosotros… la guerrilla fue un sueño romántico… la mayoría de las personas de mi generación en el Externado, pensábamos que ese era un cambio que se podía tener: acabar con la oligarquía”.
En 1961, 24 estudiantes de la Universidad de Medellín se declaran en huelga para solicitar mayor participación en las decisiones universitarias. Sin preámbulos, son expulsados de la institución antioqueña; varios de ellos son recibidos en el Externado de Colombia: Jaime Uribe Echeverry, Julio Galofre Franco, Raúl Díaz, Tarsicio Roldán (asesinado en la época de la narcoviolencia) y Clarita Balcázar, quien asegura que “El Externado nos salvó la vida y la carrera”.
Nelson Rockefeller en Bogotá
“No vengo a dar consejos, vengo a recibirlos”, había dicho el millonario y político norteamericano, gobernador del Estado de Nueva York, a su llegada a Bogotá, invitado por el gobierno nacional en mayo de 1969. Y así fue.
El epítome del imperialismo yanqui aterrizando en esta rebotada ciudad tercermundista. El estudiantado de todo el país se propuso, con éxito, sembrar el desorden.
Un volante denominado La Hoja, que circuló por entonces entre la comunidad externadista, decía con mucha ironía:
“De los estudiantes colombianos se espera también la actitud hospitalaria, para quien, a través de la Fundación Rockefeller nutre a la universidad colombiana de la orientación tecnocrática, que nos hará siervos de las máquinas y tiranos de nuestro pueblo. Pues él, enriquecido con el constante empobrecimiento de nuestro subsuelo se desprende generosamente de grandes capitales para que la Universidad abra sus puertas a un número mayor de jóvenes colombianos. Que una vez queden marcadas sus mentes con el sello de la cultura norteamericana, emigren a los E.E. U.U. o se queden aquí administrando los intereses yanquis”.
Alrededor de 300 estudiantes de varias universidades marcharon hacia el centro de la ciudad y a la altura de la avenida Caracas quemaron un monigote que representaba a Rockefeller junto con la bandera norteamericana. Cuando se vieron perseguidos, los del Externado se devolvieron a la universidad y, muchos de ellos, subidos en el tejado de la casa del barrio Santafé, utilizaron las tejas como proyectiles contra la policía, que quería entrar al establecimiento.
No hay precisión sobre el saldo que dejaron las refriegas, pero lo cierto es que hubo mucha piedra (o teja) y bombas Molotov; 12 estudiantes de la Nacional y 8 del Externado fueron detenidos.
“Todos terminamos echando piedra. Yo estaba trabajando (en un juzgado), llamé a la Juez y le dije: ‘doctora, no puedo ir a trabajar porque estoy echando piedra aquí en el Externado’… Hago memoria y veo caras en medio de la pedrea: Rodrigo Lara, que fue dirigente estudiantil; “Kike” Marín, entre otros, cuenta el entonces alumno Alfonso Gómez Méndez (ex fiscal, ex ministro y ex procurador).
El rector, desde el Ministerio
Si la policía hubiera entrado al Externado, con toda seguridad el saldo de lesionados hubiera sido mayor en un escenario en el que hubo agresiones de parte y parte. Pero una circunstancia favoreció un desenlace menos cruento. El rector, Fernando Hinestrosa, ocupaba entonces el Ministerio de Justicia. Informado de que la policía, enfurecida, quería tomarse las instalaciones, decidió llamar a su colega, el Ministro de Defensa, General Gerardo Ayerbe Chaux para rogarle que cesara la ofensiva. Por fortuna, la solicitud fue atendida:
“Fueron momentos muy difíciles de abatimiento, de angustia, de tristeza, ante todo por el riesgo y la suerte de los muchachos. Eran tiempos de idealismo, obcecación, ingenuidad y nobleza en medio del fanatismo”, dijo Hinestrosa años después.
Algunos alumnos externadistas fueron expulsados con posterioridad al 27 de mayo de 1969 por “comportamientos que se consideran incompatibles con el espíritu y tradición del Externado”, según la decisión del Consejo Directivo que se comunicó por escrito, a los excluidos.
Los que se fueron al monte
¿Y cuántos sucumbieron al llamado de las organizaciones armadas? Nadie lo sabe exactamente. Entre ellos, el vallecaucano Libardo Mora Toro, quien aparece en el mosaico de graduados del Externado de 1954 y a quien sus compañeros recuerdan por su ‘zancada impresionante’, que le mereció campeonatos nacionales e internacionales de atletismo.
“De las pistas saltó a la guerrilla”, cuenta el periodista Ricardo Ávila en El Espectador, y agrega que tras ‘caer en desgracia’ en el partido comunista, ingresó al EPL. “Fue dado de baja en combate en diciembre de 1971”.