Pieza del mes
Junio de 2023
Radicalismo, Anónimo, ca. 1886*
Por: Natalia León Soler, Asistente de Investigación, Lux non occidat, Museo y Archivo Histórico.
A diferencia de la manifestación de la muerte en el arte gráfico mexicano, que se abordó desde finales del siglo XIX, y denota un sentimiento participativo según el contexto en el que se presente, ya sea político, social, religioso y simbólico, la calavera se convertiría en un símbolo que no solo como figura jocosa, le dio la cara al poder o al gobierno. Tal fue la herencia que dejó José Guadalupe Posada (1852-1913), con la reconocida estampa de la calavera Catrina que, más que una tradición popular y de crítica burlesca social, es el surgimiento no solo de un arte, como el del grabado, sino también de un apoyo a la prensa crítica del momento que en su mayoría fue de oposición.
En Colombia, el inicio de las artes gráficas tuvo, entre otros, un intenso objetivo de crítica política y de oposición. Los innumerables periódicos, pasquines y la circulación de hojas sueltas a mediados del siglo XIX, fueron los medios para la divulgación no solo de escritos de carácter político, sino también de las artes gráficas. Los debates en el congreso, personajes políticos y sociales muy influyentes que se destacaban con frases dignas de ser retratados, la coyuntura política, entre otros, serían los temas en los que varios dibujantes se destacarían en la gráfica nacional. Con excepción de El escudo de la Regeneración, publicado en El Zancudo en 1890, sólo hasta entrado el siglo XX, en especial con la guerra de los Mil días, la sociedad colombiana vería calaveras como la representación de la muerte política y social, a lo que siguieron las guerras y masacres que se desataron luego del tratado de paz de 1903.
Con la crítica gráfica que se desarrolló a partir de 1870 varios gobiernos radicales fueron molestados o alabados con la pluma del dibujo. Artistas como Salvador Presas, Alberto Urdaneta, Carlos Dorheim y Alfredo Greñas, dispararon con su lápiz a un lado y otro del acontecer político, convirtiéndose en referentes que inspiraron a otros que tendrían tribuna en las primeras décadas del siglo XX como lo fueron Pepe Gómez y Ricardo Rendón.
Esta anónima “Caricatura del Radicalismo”, una litografía que circuló como hoja suelta, no solo narra las confrontaciones que se llevaron en gran parte durante la guerra civil de 1885 en el país, sino también quién o quiénes fueron sus autores. En síntesis, en ella se simboliza el fin del proyecto liberal de medio siglo. Es decir, que más que ser una caricatura política, de opinión, con intención de ridiculizar o ser satírica, es un dibujo que hace un llamado de atención a sus lectores: las antorchas del radicalismo han caído en los campos de batalla, al igual que tres héroes representan la muerte o el declive de una generación de liberales.
La secuencia de acontecimientos militares que inició el 17 de agosto de 1884 y concluyó el 17 de junio de 1885 con la batalla de La Humareda, estuvo constituida por una serie de eventos desafortunados, que en ocasiones dieron un sabor amargo de victoria, pero cobraron la vida de muchos liberales. La calavera nos muestra a Sergio Camargo que asumió con orgullo el rol de general de las fuerzas revolucionaras liberales radicales; al general Ricardo Gaitán Obeso, quien comandó las tropas en el sitio de Cartagena y también participó en Colón; y a Pedro Prestán, a quién se le atribuyó la quema de la ciudad de Colón al combatir las goletas norteamericanas que rodearon los buques de la revolución.
En el dibujo también se representa, en los dientes de la calavera, la opinión pública liberal. Periódicos como el Diario de Cundinamarca, fundado por el impresor José Benito Gaitán, La Actualidad, La Dinamita, El Látigo: periódico de crítica de corriente satírica, El Castigo y El Posta, un pequeño boletín de la guerra. Este último fundado por jóvenes liberales con el fin de que se pasara de mano en mano durante la guerra y que todos tuvieran conocimiento de las atrocidades y decisiones que tomaba desde Bogotá el gobierno autoritario de Rafael Núñez.
Más que un símbolo de muerte, esta litografía recuerda las palabras del general liberal Gabriel Vargas Santos: «…en adelante, no calaverearemos más, porque la guerra hoy es más de estrategia que de recios combates». Es decir, que la culminación de la guerra en la pírrica batalla de La Humareda fue un desenlace irresponsable no solo por las atrocidades que se vivieron, sino por la pérdida intelectual que hubiera podido combatir desde otros frentes.
Es por tal motivo que, un año después, en el Diario de Cundinamarca, esta guerra civil fue recordada por los liberales e hijos de La Humareda así:
“17 de junio de 1885. Fecha luctuosa y grande: luctuosa por el sacrificio de la República; grande por el ejemplo de sus héroes.
¡He aquí nobles figuras de las víctimas de ese día memorable! ¡Su egregio esfuerzo será imitado sin duda por las nuevas generaciones! ¡Y mientras brilla el sol de la Libertad, duerman su sueño de grandeza y de gloria!”
*Este escrito hace parte de una investigación que se está llevando a cabo sobre esta pieza que hace parte de la colección permanente del Museo y Archivo Histórico de la Universidad Externado de Colombia, fondo Horacio Rodríguez Plata.