Pieza del mes
Abril de 2024
El empecinado – Matías Rodríguez (1888)
Pablo Alejandro Ruiz – Voluntario de Lux non occidat y estudiante de Historia
En Colombia el siglo XIX estuvo marcado por los enfrentamientos constantes entre las dos principales fuerzas políticas del momento, el partido Conservador y Liberal. Estos conflictos gestaron las guerras civiles de todo ese siglo; e incluso, llegaron a las instalaciones del congreso donde se debatían los intereses de unos y otros. Sin embargo, uno de los campos más interesantes donde se enfrentaron estos contendientes políticos fue en la prensa. Ya que, desde la publicación del Papel Periódico de Santafé de Bogotá, a finales del siglo XVIII, estos medios se convirtieron en una constante en el país, y durante el XIX representaron un espacio de gran valor para la expresión, el debate y la confrontación de ideas, por su capacidad informativa dentro de las contiendas políticas.
Este escenario de lucha estuvo muy presente durante el siglo XIX y adquirió un nuevo significado con la llegada del régimen de la Regeneración en 1886, de la mano de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. Quienes, amparados en los poderes extraordinarios que les otorgó la Ley 61 de 1888, conocida como la “Ley de los caballos”, la usaron como herramienta para la censura de los discursos opositores al gobierno regenerador; así como por el “Artículo transitorio K” de la Constitución del 1886, que dictaminó las penas a las que podían ser sometidos quienes incurrieran en delitos que atentaran contra “la honra de las personas, la tranquilidad pública y el orden social” como lo estipula la primera consideración de esta ley. A raíz de estas intervenciones, la prensa no solo se mantuvo como un lugar en disputa, muy activo en aquel momento; sino también, se configuró como escenario de resistencia por parte de quienes eran censurados, (por ejemplo, los periódicos modernos, liberales y radicales), mientras que las publicaciones con mayor cercanía ideológica, las conservadoras y eclesiásticas, permanecían intactas. De esta forma suprimieron diversas voces y propiciaron la propagación del discurso regenerador.
Al respecto, algunas piezas de Lux non occidat – Museo y Archivo Histórico dan cuenta de estos procesos, como es el caso de El Empecinado, firmado por Matías Rodríguez en abril de 1888. Allí este impresor presentó ante la ciudadanía el atropello del que ha sido víctima por parte de las autoridades oficiales, en el lugar donde guardaba los implementos para la impresión de su periódico. Esto se constata en la publicación llamada Calvario de la prensa, que publicó en un cuadro en el periódico El Precursor, quienes de forma satírica sostenían que:
La constitución vigente, que fue expedida el 7 de agosto de 1886, garantizaba la “Libertad de prensa”; el cumplimiento de este “canon fundamental”, consta en el siguiente cuadro…
Dentro del cuadro se evidencian los periódicos que fueron suspendidos, junto con quienes estaban a cargo de estos, quién ordenó su cierre y las consecuencias a las que se enfrentaban la publicación y sus redactores.
Otro aspecto que presenta El Empecinado es cómo la censura es una práctica que parte del prejuicio; ya que, sin tener conocimiento del contenido del periódico, según su autor, se dio la orden de intervenirlo. También se podría afirmar que estos editores e impresores enfrentaron a la censura durante un tiempo considerable; pues si este primer percance se presentó en abril de 1888, también en la publicación de El Precursor se ve cómo el periódico fue suspendido y la imprenta La Reforma, donde se imprimía, fue intervenida en mayo de ese año. Esto debió significar el acoso constante hacia el editor durante ese mes, entre la carta a la que se hace referencia y la publicación del Calvario de la Prensa.
En la pieza se puede leer a Rodríguez excusándose por las interpretaciones negativas que pueda tener su periódico, dejando claro que algunos lectores han “pretendido hallar maligno alcance en las inocentes bromas de El Empecinado” sin este ser su objetivo. De igual forma, declara que la publicación de la noticia es para evitar ser acusado de “maldiciente, furioso, agresivo i todo lo demás que envuelve el adjetivo terrible”, algo normal teniendo en cuenta que, por la divulgación de ideas contrarias al proyecto de la Regeneración, el autor se encontraba en una situación en la que podían acusarlo de algún delito en contra del gobierno, de la sociedad o de la iglesia.
La censura representa una amenaza para la democracia, al restringir el flujo libre de ideas y opiniones que son fundamentales para el debate público. Al suprimir las voces disidentes o críticas, se deteriora la libertad de expresión, debilitando así la capacidad de los ciudadanos para participar plenamente en la vida política y social. Además, al limitar el acceso a distintas fuentes de información, la censura fomenta la uniformidad de pensamiento, obstaculizando el desarrollo del pensamiento crítico de los ciudadanos(as). Finalmente, la censura no solo ahoga la diversidad de ideas, sino también daña las bases de una sociedad democrática, alejándola de su capacidad de adaptación frente al cambio.