Hacia una carrera profesional de transformadores de la crisis

Gustavo Wilches-Chaux
Doctor en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales
Docente investigador del área de Conflicto y Dinámica Social

Hace muchos años, no recuerdo cuántos, oí que una supuesta maldición china profería la siguiente condena: “Que te toque vivir tiempos interesantes”.

Lo cierto es que -maldición o no- estamos viviendo en los tiempos muy interesantes propios de un cambio de era, cuyos impactos son de una complejidad nunca vivida por la especie humana.

Oímos decir con frecuencia que hay que salvar el planeta, cuando en realidad el planeta se está salvando solo: es un ser vivo que ha activado su sistema inmunológico para intentar deshacerse de una especie que, si bien en muchos aspectos, y por muchos logros, es maravillosa y de la cual me siento orgulloso de formar parte, en otros aspectos se ha convertido en la peor de las plagas que han aflorado desde que existe la vida en la Tierra y a la cual -desde ese punto de vista- me siento avergonzado de pertenecer.

La acción de ese sistema inmunológico de Gaia o de la Pacha Mama, o como la queramos llamar, se expresa mediante el entrelazamiento entre la crisis climática, la pandemia generada por el coronavirus y todas sus variantes (que demuestran la increíble inteligencia coevolutiva de esa entidad que teóricamente no es un ser vivo), y el impacto de esas crisis concatenadas sobre la economía del mundo (y el saber que, en gran medida, las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado fueron la respuesta del sistema económico mundial a las depresiones económicas que las antecedieron), y los efectos que todo eso ha generado y sigue generando sobre la salud física y emocional, individual y colectiva de quienes -incluyendo niñas, niños y adolescentes- de una u otra manera somos conscientes de estar vivos y de ser testigos y actores de ese cambio de era[1].

Los seres humanos hemos acabado con casi todos los que en lenguaje corriente denominamos “enemigos naturales”, pero que en la naturaleza se reconocen como “controles ecosistémicos”: especies que a través de diversos “mecanismos” se regulan mutuamente, tanto en términos de sus comportamientos como del tamaño de sus poblaciones. En ambos casos esto incide sobre el impacto que cada especie ejerce sobre los territorios de los cuales forma parte. En cuanto a los humanos hace referencia, desde la escala planetaria hasta la escala veredal, barrial, familiar y personal, pasando por todas las etapas intermedias: la continental, la nacional, la regional…

En este mismo momento estoy formando parte del equipo que desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo, conjuntamente con el Ministerio de Educación y con otras instituciones públicas, académicas y privadas del país, está encargado de actualizar la Política Nacional de Educación Ambiental, lo cual constituye una oportunidad para insistir en la convicción de que toda educación debe ser ambiental, en el sentido de que debe fortalecer la capacidad de quienes se transformen como resultado de esa educación -desde el hogar y el preescolar hasta los posgrados de la llamada educación superior- para contribuir efectivamente a esas transformaciones profundas que requiere nuestra especie humana si queremos seguir formando parte del planeta. Una educación que no cumpla con ese objetivo, no es que no sea “ambiental” sino que es mala educación.

Cuando en el Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social (CIDS) de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas del Externado, acordamos constituir el Eje Transversal sobre Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática, lo hicimos con la convicción de que en nuestra Facultad existen, tanto en el equipo de docentes-investigadores como en las y los estudiantes que adelantan o van a adelantar sus proyectos de investigación, múltiples saberes y experiencias y, sobre todo, el compromiso y el entusiasmo necesarios para enfrentar ese desafío ineludible que nos impone este cambio de era.

Así mismo, tenemos la seguridad de que en las otras facultades y centros de la Universidad existen esas mismas capacidades, por lo cual queremos contribuir a que, con base en esa convicción, logremos que el perfil de toda persona que egrese con un título de pregrado o de posgrado otorgado por la Universidad, incluya en su esencia la claridad del papel que como profesional, en cualquier campo del saber y del hacer, le corresponde en ese ya mencionado continuum de la Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática.

Nuestra supervivencia como especie depende de que, con nuestros saberes, nuestros haceres y nuestros aprenderes logremos convertirnos en actores activos de esos “controles ecosistémicos”, cuya eliminación nos ha convertido en una plaga.

El cambio de era también ha sido denominado crisis civilizatoria, con lo cual estoy de acuerdo. Comencé este artículo citando una falsa o real maldición china. Lo termino acudiendo al ideograma oriental (según algunas fuentes chino y otras japonés) con que se representa el concepto de crisis, como una combinación de peligro con oportunidad.

Esa carrera profesional de transformadores de la crisis en que se pueden convertir todos los programas que ofrece nuestra Universidad, cuenta con un laboratorio de múltiples escalas el cual no solo está allí para investigar y para experimentar sino, sobre todo, para actuar en alianza estrecha con los demás actores humanos y no humanos de los territorios, para convertir la crisis en oportunidad: ese laboratorio es la realidad.

En los Diálogos de Cosmovisiones (que van más allá de los Diálogos de Saberes pero cuyo pre-requisito también son los Diálogos de Ignorancias) está la clave para convertir el desastre en escuela.

La Tierra misma se encargará (como se está encargando ya) de calificar nuestro desempeño en esa escuela. Y en el más corto plazo, ese conjunto de seres humanos que están tan cerca de la naturaleza y que conforman esos grupos que llamamos “infancia” y “adolescencia”. Uno de los objetivos centrales del proceso de actualización de la Política de Educación Ambiental, es empoderar a quienes están en la infancia y en la adolescencia para que cumplan esa misión, y quienes estamos en la edad adulta debemos responder desde ya.

[1] En septiembre de 2021, por encargo del señor rector del Externado, participé en representación de nuestra Universidad en el 1er. Foro Internacional sobre Manejo y Aprovechamiento de Residuos Sólidos y Generación de Empleos Verdes, evento organizado por el Instituto Distrital para la Economía Social, IPES. El texto que leí ahí se puede encontrar en https://wilchesespecieurbana.blogspot.com/2022/01/conciencia-y-experiencia-de-ser.html