Lo que permanece humano: un diálogo pendiente con la inteligencia artificial

Néstor Orlando Rojas Castillo*
Raquel Soraya Ortega Bolaños
Miguel Ángel Méndez Marín
Luis Fernando Pineda González
Natalia Lizarazo Castellanos
Nicolás Alejandro Rodríguez Cardona

En la intersección de los relatos de la modernidad ilustrada y la era digital, ha surgido una narrativa en torno a las inteligencias artificiales (IA) como un tema novedoso y único. Esto se debe a que emulan la cognición y aparentemente reproducen la creatividad humana. Suele entenderse como un evento propio de nuestro tiempo, inédito en la historia de la especie. Sin embargo, la convergencia entre las formas de conciencia o cognición que imitan a la humana, los autómatas que realizan funciones mecánicas y la interacción con los humanos como especie, no es completamente una novedad ni tampoco un asunto que no se haya pensado ni debatido con anterioridad.

Por un lado, para no restar importancia a los avances logrados desde el campo de la informática, la creación y desarrollo de diversas formas de IA electrónica parecen ser novedosos debido a la manera en que se han organizado e ideado sus componentes. Hasta el momento, no existe registro de otro intento por parte de nuestra especie sobre la creación y desarrollo de una forma de protoconciencia y “vida” no orgánica.

Ahora bien, si lo anterior es cierto, la discusión en torno a las formas de cognición que emulan o son similares a las de los humanos es una discusión de larga data, que puede rastrearse, en el discurso científico, siguiendo los rastros históricos. Por ejemplo, uno de los padres de la computación, Alan Turing, en su célebre artículo “The Imitation Game” o “El juego de la imitación”, se preguntó si las máquinas pueden pensar, y propuso la famosa prueba de Turing, partiendo de la asunción de que el pensamiento es la característica última de los humanos, un pensamiento heredero del discurso ilustrado y de la hiperracionalidad.

Por otro lado, como civilización y especie, los humanos ya se habían imaginado, enfrentado y registrado la posibilidad de que objetos, procesos o conexiones entre objetos inertes pudieran propiciar la emergencia de una conciencia o una forma de cognición de la realidad similar o igual a la humana. Para ilustrar este punto, desde las humanidades y, más específicamente, desde la literatura, Mary Shelley en 1818 con “Frankenstein o el moderno Prometeo”, o Carlo Collodi con “Las Aventuras de Pinocho” en 1888, entre otros, se preguntaban y reflexionaban sobre las formas de “vida” o conciencias no orgánicas.

Es importante retomar las reflexiones literarias en el marco de la producción científica o del conocimiento, porque también se sabe que el discurso científico actual tiene sus límites de discusión. La ciencia no ha sido un componente constante en la historia de la especie humana. Como advierte Wallerstein: “Entre 1775 y 1850 […] se produjo el así llamado ‘divorcio’ entre la ciencia y la filosofía. Desde entonces, hemos trabajado dentro de una estructura de saber en la que hay una clara diferenciación” (2005, p. 24). Aquí se introduce el dualismo, en el cual se condena a la filosofía a la búsqueda de lo bueno y lo bello, mientras la ciencia se restringe a la búsqueda de la verdad.

En el ámbito de la docencia y la investigación, es decir, en la producción de conocimiento, la inteligencia artificial ha ingresado y ha interpelado a la academia, su funcionamiento y sus fundamentos. Hoy en día, esta interpelación se manifiesta por medio de preguntas que tienen un tono ominoso, tales como: ¿Existe la posibilidad de que estas nuevas herramientas reemplacen las actuales labores de docencia, investigación y producción de conocimiento en la academia? ¿Es posible diferenciar el trabajo hecho por la inteligencia artificial y el trabajo realizado por el ser humano? ¿Deberíamos utilizar estas herramientas? ¿Cómo se puede regular el uso de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial?

Una reflexión analítica de las preguntas presentadas nos lleva en dos posibles direcciones. La primera, a interrogar sobre ¿qué es lo propiamente humano? ¿Es acaso lo humano únicamente el pensamiento racional y lógico formal, como insinuaba Turing? ¿Qué ocurre cuando una herramienta puede llevar a cabo estos procesos de manera más rápida y eficiente que el intelecto humano? Acaso, ¿se agota lo humano? La segunda dirección lleva a cuestionar el andamiaje que subyace al discurso científico y a la producción de conocimiento en la sociedad, ya que interroga sobre la producción de conocimiento como un mero cálculo, recolección y recombinación de datos. También interroga el estilo literario que ha construido la ciencia y los textos, que ha convertido a las citas o las referencias a otros científicos en la concreción del rigor y la validez científica, pero que oculta la voz del investigador, pues la vuelve un mero diálogo entre voces ajenas y datos objetivos que evitan a toda costa la subjetividad.

En este punto, es importante retomar la crítica hecha por Wallerstein y rescatar los aportes hechos desde las humanidades y los saberes no hegemónicos. Esto nos permite considerar la posibilidad de que lo humano y la producción del conocimiento no se agotan en la racionalidad. Tal como lo habían pensado autores como Carlo Collodi en “Pinocho” o Mary Shelley en “Frankenstein”, es la experiencia y la aventura lo que permite convertir al objeto no orgánico, pero con la habilidad de la intelección, en humano. William Ospina (2012) lo resume así:

La experiencia nos va enseñando que no podemos acariciar el fuego ni descansar en el fondo del agua, que no conviene empujar la punta de la espina ni molestar demasiado a la abeja, que en lo alto del día hay una cosa que no se debe mirar y que en lo alto de la noche hay una que siempre queremos mirar otra vez (p. 87).

En este contexto, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia, mediante las experiencias y vivencias de quienes integran el Laboratorio de Medición Social, busca establecer un diálogo y una familiarización profunda con las nuevas tecnologías, disipando temores e integrándolas como herramientas de generación de conocimiento.

El Laboratorio de Medición Social ha enfocado sus esfuerzos en la creación de sistemas que facilitan el desarrollo de actividades académicas, lo que permite a su vez un mayor aprovechamiento del tiempo de los recursos humanos. Así mismo, se ha preocupado por instruir a la comunidad académica en el uso de nuevas tecnologías, generando y evidenciando la necesidad de incursionar en herramientas para la docencia (tales como uso de códigos QR para registros de asistencia, cuestionarios online para evaluación de estudiantes, presentaciones dinámicas con participación digital simultánea de la audiencia, IA generativa como herramienta complementaria de aprendizaje, ejemplos aplicados en software especializado de analítica) e investigación de vanguardia (articulación de herramientas que vinculan la recolección, lectura, organización, analítica y presentación de información, tales como formularios online y offline, webscraping, bases de datos, métodos estadísticos, modelos de aprendizaje supervisado y no supervisado, procesamiento en lenguaje natural, tableros de control).

En lugar de temer a las tecnologías emergentes, se persigue la alfabetización tecnológica para integrar dichas herramientas en la producción de conocimiento para estudiantes, docentes e investigadores.

* Todos los autores pertenecen al Laboratorio Interdisciplinar de Medición de Dinámicas Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Externado de Colombia.

Referencias

Collodi, Carlo. (2012). Las aventuras de Pinocho (Izquierdo Miguel, trad.). Random House Mondadori.

Ospina, W. (2012). La lámpara maravillosa. Bogotá: Random House.

Shelley, M. W., & Torres Oliver, F. (1998). Frankenstein o el moderno Prometeo. Alianza.

Wallerstein, I. (2005). Las incertidumbres del saber (vol. 302546). Gedisa.