Luis Carlos Cruz Cortés (1952 – 2016)
Hace ya muchos años, cuando la adolescencia aún no le había dicho adiós, la vida de Luis Carlos Cruz comenzó a correr pareja con la del Externado de Colombia. Un camino paralelo que anduvo hasta el final y que se inició un día de enero de 1974, cuando el muchacho se sentó en la banca del salón, para escuchar la primera clase del primer día de la historia de la Facultad de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras.
Desde aquel momento -han pasado 42 años- se vio a sí mismo como ‘pez en el agua’ en los mundos de la hotelería y el turismo, que trabajan con materias primas como la generosidad, la apertura, el deseo de servicio y el carisma, para convertirlos en arte y en ciencia.
Desde la Academia, Luis Carlos vio la posibilidad de enseñar a entregarse generosamente, a trabajar para que los demás sean felices, a comprender que el ocio, al contrario de ser la ‘madre de todos los vicios’, es el espacio en el que las diferencias enriquecen, donde el hombre puede ser más humano, donde se le puede dar rienda suelta a la integración de personas, de culturas, de nacionalidades y modos de ser.
El inmenso afecto y el enorme respeto que le profesó al rector, Fernando Hinestrosa, al que consideró el maestro, por excelencia, llevaron a Luis Carlos Cruz, decano de la Facultad desde 1996, a emularlo con devoción, en muchos aspectos de su vida y, principalmente, en la tarea de poner en práctica los elementos básicos de eso que solemos llamar “educación para la libertad”. Sus alumnos y subalternos reconocen que, a pesar de su formalismo aparente, los dejó volar, que no se atravesó ante ‘locuras’ o sueños desmesurados, y que entendió que la Academia está para eso.
“Hágale chinita”, le decía a cualquier alumna que osaba proponerle una idea audaz e innovadora. Era afable y positivo; discreto y conciliador; respetuoso de los espacios y de los tiempos, solidario y comprensivo con las historias personales, relatan ellos. Un embarazo de alguna de sus colaboradoras nunca fue para él lo que es para muchos: un problema que se interponía en el trabajo, sino un motivo de alegría para todos.
La realidad que es hoy la Facultad, que ostenta un liderazgo que nadie niega en el desarrollo de la industria hotelera y turística del país, atestigua que Luis Carlos Cruz supo rodearse de gente de primera y que fue maestro en la promoción de su unidad académica en organismos nacionales e internacionales, en los más destacados eventos del turismo y en las mejores escuelas del mundo, donde lo quisieron, respetaron y valoraron su trabajo. Era un relacionista público nato.
Siempre insistió, pero en los últimos tiempos con mayor énfasis, por razones que saltan a la vista, en el poder pacificador del turismo y en su aporte como catalizador de la concordia y el entendimiento. Por eso, nunca dejó de señalar a la ‘sostenibilidad’, no solo en el ámbito ambiental, sino en lo social, en lo económico y en lo cultural, como telón de fondo indispensable para el desarrollo de una industria que nos beneficia a todos, o no beneficia a nadie.
“Amistad” es un término que surge tan pronto como se menciona el nombre de Luis Carlos Cruz. Supo cultivarla y merecerla, de acuerdo con quienes fueron sus amigos, muchos de los cuales pasaron de ser compañeros o profesores a subalternos, sin que eso haya modificado un ápice los sentimientos mutuos. Fue leal, incondicional y querendón con todos los que integraron esa primera promoción de gerentes hoteleros, protagonistas del sector turístico colombiano a lo largo de los años. Y cuando, sin necesitar pretextos se reunían a recordar tiempos idos, se diluía el decano y surgía el muchacho, entregado a tomaduras de pelo e irreverencias.
Estimulado por el ambiente que eligió para desarrollarse profesionalmente, Luis Carlos Cruz era un sibarita: amaba y disfrutaba las cosas buenas, desde una botella del mejor vino, hasta un ejemplar equino, que juzgaba con conocimiento. Con su familia y sus amigos de toda la vida, gozaba de estas cosas buenas que da la vida, con humildad, naturalidad, sin pretensión.
El Externado de Colombia, que fue hogar para Luis Carlos Cruz, llora su partida y, solidario y afectuoso, comparte el dolor de su esposa, Doris Gutiérrez (también egresada de la Facultad), de sus hijos Alejandro, Santiago y Marco Antonio y de sus padres, María y Luis Alfredo y de su hermana, María del Pilar, abogada externadista.
Descanse en paz.
Agradecimientos: Edna Rozo, María Patricia Guzmán, Fernando Torres, Luis Fernando Sierra.