Leonard Cohen, un poeta hecho a pulso
El célebre artista Bob Dylan dijo en algún momento, antes de la entrega de su Premio Nobel de Literatura, que “Leonard Cohen es el compositor más completo gramo a gramo, sonido a sonido, de la música contemporánea”. Es una afirmación que pocos se atreverían a discutir.
Es de recordar que Leonard Cohen comenzó su carrera artística en la escritura de poesía, género literario que no le abandonó. Muchos de sus poemas los adaptó a la música, como si el ritmo de las palabras no fuera suficiente para hacer sentir a su público. “Había que escucharlas”, dijo en 1967. Desde sus libros “La caja de especias de la tierra”, publicado en 1961 y “Flores para Hitler”, en 1964, Leonard Cohen se convirtió en uno de los mayores poetas de Canadá de mediados del siglo XX. Sin embargo, es su cuarto libro “Parásitos del paraíso”, de 1966, el que logra cautivar a un mayor número de lectores.
Poesía que nombra lo cotidiano, lo conversacional, “Parásitos del paraíso” nos habla de las dudas en la fe del autor, la crisis del hombre como ser ontológico y su relación con las religiones. Miedo, confusión, temor de verse subyugado a la voluntad de lo que no conocemos, hacen parte de esta obra. Los poemas, que carecen de título, suelen invocar la soledad y la pérdida. “Un día desperté solo, / el hospital y las enfermeras habían desaparecido. / Soy un hueso”, anuncia Cohen en uno de sus textos. En otro nos dice que “Mi cumpleaños viajó a través mío / como un hilo atraviesa una aguja, / después se deshilvanó y se rompió. / Floté como una semilla”.
Sus poemas tienen ritmo, cuentan una historia. Así es como en el libro aparecen las letras de las canciones Suzanne y Avalanche, dos de sus mayores éxitos musicales.
“Parásitos del paraíso” es un libro que cuestiona nuestra permanencia en el mundo, que pregunta sutilmente si somos merecedores o no de la realidad.
*Reseña elaborada por Hellman Pardo, funcionario de la Biblioteca.