Entendiendo el confinamiento en la guerra: perspectiva desde la pandemia
El 2020 jamás será olvidado por la humanidad. La historia de todos quedará marcada por los cambios que produjo en nuestras vidas el COVID-19. En efecto, nuestra forma de vivir en estos días no es la misma, la pandemia nos obligó a encerrarnos en nuestras casas por un término indeterminado, sin la posibilidad de salir a la calle libremente, de caminar por el parque libremente, de visitar a nuestros seres queridos y amigos libremente… Un confinamiento total.
Por: María Paula Ramón (monitora de la Cátedra Unesco del CIPC).
El giro inesperado que la pandemia le ha dado a nuestro mundo no solo ha desnudado algunas de las más graves debilidades de la sociedad moderna sino que también ha puesto a prueba nuestra razón y nuestro bienestar emocional. No es secreto que para nadie ha sido fácil el encierro y las múltiples limitaciones a la libertad. Con más retos por enfrentar que beneficios, cada uno ha tenido que sortear muchas dificultades, que abarcan desde la salud física hasta la estabilidad emocional.
Solo hasta ahora nos dimos cuenta de lo que significa la libertad de movimiento y circulación, su incalculable valor y su incidencia en la posibilidad de acceder a servicios básicos como la educación y la salud, y a otros tales como los medios de producción, con todas las consecuencias que esto trae en términos de supervivencia, acceso a fuentes de ingresos y aumento de la pobreza, que ya desde antes era muy grande en nuestro país.
Pero mientras muchos experimentamos por primera vez un cambio tan radical en nuestras vidas, para otros el confinamiento ha sido una realidad impuesta no por la necesidad de evitar el contagio de un virus, la enfermedad, y la muerte propia o ajena, sino como consecuencias de la guerra, sus actores y sus violencias. En efecto, un número importante de colombianos ha experimentado periodos de confinamiento incluso más largos y acompañados de mayores niveles de violencia y, claro está, de injustificación. Ellos son algunas de las víctimas del conflicto armado y desplazamiento forzado interno.
Desde los años 60 nuestro país ha venido experimentando una guerra interna con diferentes grupos armados que han violentado a distintas comunidades en diferentes áreas del país y bajo distintas modalidades de violencia. Una de ellas ha sido obligar a las personas a abandonar sus hogares o a permanecer en sus territorios sin la posibilidad de desplazarse por fuera de los mismos. Todo ello a partir de la intimidación, la agresión y la comisión de graves violaciones a los derechos humanos. Fue así como la Corte Constitucional determinó en sentencia C-781/12 que uno de los hechos que hacían parte de las consecuencias del conflicto armado era el confinamiento de la población: “(…) desde esa perspectiva ha reconocido como hechos acaecidos en el marco del conflicto armado (i) los desplazamientos intraurbanos, (ii) el confinamiento de la población; (…)”.
Y aunque han sido varias los pronunciamientos judiciales, los informes y las noticias que han dado cuenta del confinamiento que en medio de la guerra han tenido que padecer muchas personas, solo hasta ahora entendemos lo que es perder la libertad de movimiento. Por ejemplo, algunos recordarán Bojayá, pero no por el confinamiento que vivió apenas un año atrás. En efecto, a finales de marzo 2019 varios combates hicieron que aproximadamente 74 familias y 400 personas fueran desplazadas, mientras otras 970 personas quedaron atrapadas en confinamiento, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (2019).
El confinamiento se ha venido presentando desde los orígenes del conflicto armado en Colombia, de la mano del desplazamiento forzado. Esto ha significado no solo una crisis humanitaria sino también una violación masiva y sistemática de derechos y el aumento de las condiciones de pobreza y desigualdad en nuestro país. Fue así como el Centro de Memoria Histórica resaltó en 2013 que “[…]en ocasiones, el confinamiento limitó la realización de sus actividades productivas, la circulación y el uso social de los espacios; en otros casos, el desplazamiento forzado provocó un desarraigo con profundos impactos colectivos e individuales.” (Pág 279).
Si bien nuestra situación actual producida por la pandemia ha sido alarmante y para muchos frustrante, hay que tomar esta oportunidad para reflexionar sobre los horrores que ha producido la guerra, que a pesar del acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Estado, muchos de nuestros ciudadanos siguen viviendo y que, tal como hoy, comprometen la posibilidad de salir, caminar y, en general, escoger libremente por dónde moverse.
Todos de una manera u otra sabíamos y conocíamos algunas de las atrocidades del conflicto armado, pero pocos habíamos “sufrido” la situación de confinamiento a la que también han estado sometidas algunas de las víctimas del conflicto armado, a través de la intimidación, la violencia y el miedo. El mismo miedo que hoy nos conecta con esa cruda realidad, haciéndonos pasar por situaciones que nunca habíamos vivido, ni llegado a imaginar. Vemos y escuchamos las noticias de la guerra, pero solo ahora podemos entender lo trágico y perjudicial que es el confinamiento para la sociedad.