Bootcamp Externadista: Entre el sol y la hierba
Eran las cuarto de la tarde, con el sol y su cálido resplandor inundando El Alcázar, finalizaba una jornada llena de aprendizaje, liderazgo y trabajo en equipo.
Siempre se habla de las habilidades blandas como una serie de aptitudes que se adquieren a medida que comienza la vida laboral, cualidades que se adquieren con el paso del tiempo y que funcionan para los negocios, el trabajo y a nivel personal.
Cuando la vida nos lleva al límite y nos obliga a crecer y entender como funciona el mundo real; el Bootcamp Externadista funciona como una herramienta que ubica el umbral del conocimiento en el mundo real.
A las ocho en punto de la mañana, comenzó la jornada, entre miradas que mezclaban la tranquilidad con la curiosidad, la profesora Beatriz explicó algunas reglas básicas de juego, resaltando la importancia de la atención y la conciencia. Posteriormente, se nos dijo a las(os) participantes que escribiéramos en una hoja de papel aquel puesto con el que soñamos, ese al que aspiramos llegar con una mezcla de esfuerzo y experiencia. Se dio la instrucción de guardar la hoja hasta el final del día. A mi, al igual que los demás, este detalle me generó curiosidad. Pero esa sería la herramienta que nos ayudaría a atar cabos después.
Comenzamos a desarrollar las actividades. Las primeras, se centraban en destacar el trabajo en equipo y la ayuda mutua, se le daba mucha importancia a cómo nos entendemos los unos a otros cuando todas(os) tenemos un objetivo en común. También, había una parte sustancial en el autoconocimiento, pues era vital saber mis virtudes para aprovecharlas y articularlas con aquellas de los otros componentes del grupo.
Todo era medido por tiempo, por lo que la gestión y la colaboración era sustancial para cumplir los objetivos. Aquella fue la fase preparatoria para lo que se vendría después.
A las diez, luego de un pequeño descanso, nos congregamos entre las canchas de futbol del club para avanzar al siguiente quehacer. Está tarea estaba apoyada por Emergencias, Seguridad y Salud -por sus siglas, ESS-, quienes estarían a cargo de prepararnos, para reaccionar ante emergencias. Pero, evidentemente, también ante el estrés y el manejo de situaciones problemáticas. Esta labor se dividió en dos áreas diferentes.
La primera, enfocada en el manejo de incendios, durante el ejercicio nos hablaron sobre los temas técnicos que conlleva un incendio y que generalmente ignoramos. Hablamos sobre los tipos de incendio, naturalezas del humo, fenómenos que se producen durante estas emergencias y consejos para, en la medida de lo posible, controlar la situación.
La segunda se enfocó en el manejo de heridas(os) y emergencias de índole de física. Allí, se nos enseñó de tipos de lesiones, así como manejo y transporte de heridos. Si el anterior módulo se centraba en el estrés, este era una mezcla entre conocimiento físico y reacción de emergencias, destacando enormemente que de nuestro tiempo de reacción podía depender la seguridad y el bienestar de alguien más.
Sobre el medio día, luego de otro breve descanso, se nos organizó en filas. Cada una tenía ocho estudiantes. Nos asignaron un color y explicaron la naturaleza de la siguiente actividad: un circuito de pruebas. El diferencial se radicaba en que cada prueba dependía del liderazgo y la colaboración, el autoconocimiento y el manejo del estrés, la escucha activa y la comunicación; era el momento donde se evidenciarían las lecciones y los aprendizajes de la mañana.
Algunas pruebas destacaban por centrarse en el trabajo en equipo, unas en el orden y otras en la comunicación, pero finalmente, todas tenían como objetivo poner a prueba si esas habilidades que se enseñaron previamente serían suficientes al enfrentarnos a pruebas que las exigían.
También, había una característica que hacía más problemático el trabajo: dos personas del grupo, en cada actividad, eran mudas. Se les colocaba un elemento distintivo para que se reconociera que no podían hablar y tenían que permanecer callados. Ni una palabra, susurro o gemido.
Cada prueba era más exigente que la anterior. Cuando finalizamos el circuito, se nos llevó nuevamente al punto de partida. Allí mismo donde nos sentaron en filas y nos asignaros los colores. Nos sentamos en los mismos lugares y se dio paso al cierre de la jornada.
Cada líder y colaborador del campamento tuvo la oportunidad de hablar, pero fuera de sus palabras llenas de valor y experiencia, creo que la reflexión más importante la tenía cada participante. Nos recordaron la hoja que llevamos en el bolsillo, aquella donde habíamos anotado el puesto al que aspirábamos llegar para considerar que nuestra trayectoria laboral estaría completa. Sin saberlo, en esas siete horas, todos los participantes habíamos dado el primer paso hacia ese futuro anhelado.
Por: Juan Diego Buitrago Amaya