Sobre el Paro Nacional en Colombia 2021
El profesor Roberth Salamanca. Magíster en Servicio Social. investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas e Integrante del Área de Conflicto y Dinámica Social plantea un panorama sobre la coyuntura que está viviendo el país alrededor del Paro Nacional.
El Paro Nacional iniciado el 28 de abril nos ha dejado cada día una serie de sentimientos encontrados marcados por la angustia, la indignación y dolor de lo que sucede en nuestro país. Siendo aparentemente un hecho coyuntural, es el reflejo de décadas de violencia, de intentos fallidos de construcción de paz, de desigualdad e injusticia social.
Las movilizaciones realizadas durante todo este gobierno, no solo expresan su ineptitud, sino también el desgaste de la política represiva que legitima el asesinato de quien protesta, de quien lucha por sus derechos o defiende su territorio. Ahora, en un contexto de pandemia que agudizó la crisis económica producida por años de medidas neoliberales, ante la cual se pretendía una nueva reforma tributaria para resolver el déficit fiscal del Estado y evitar que el gran capital asumiera el costo.
Así como somos un país de regiones, somos un país de contrastes. Una sociedad en la que la muerte violenta es una constante, en el que las diferencias se resuelven eliminando al otro, en la que se busca gobernar a partir del miedo. Esa es la falacia de nuestra democracia, la que nos vuelve a todos y todas indiferentes y cómplices ante nuestra incapacidad de reaccionar ante los hechos de la realidad.
En tantos años de historia hemos continuado reproduciendo los ciclos de violencia, siendo imposible no estar afectados por la barbarie imperante; el régimen del terror se mantiene presente y se recrea con nuevas puestas en escena como las producidas por el narcotráfico. Realidad que se traslada a nuestros espacios cotidianos y de esparcimiento, como a nuestros hogares y sitios de trabajos, los que hoy por la pandemia y el avance en la utilización de las plataformas digitales ya en ocasiones ni se diferencian claramente.
Si bien, tanta injusticia es imposible que no genere desesperanza, así como es lógico que tanta represión consiga su objetivo de inundar la sociedad de miedo, lo que nos ubica en un país en el que se imponen los valores conservadores y se asesina la diferencia. Sin embargo, constantemente se nos recuerda que no se puede asesinar la esperanza de lo justo, que siempre hay alguien que rompe con el silencio, que se mantiene la dignidad del pueblo, ese que está dispuesto a salir a las calles a protestar, a denunciar y a luchar.
En este sentido, también somos una sociedad solidaria, que resiste con fortaleza y que vive con intensidad cada experiencia. Para Trabajo Social, estos hechos deben cuestionar las limitaciones de nuestro accionar institucionalizado, la fragmentación y tecnificación de nuestro ejercicio profesional, el asistencialismo de los programas y las políticas sociales que desarrollamos, la constante violación de derechos y de la dignidad humana en el contexto en el que trabajamos. Lo que implica para las y los profesionales la formación permanente y de calidad, la construcción de pensamiento crítico, el compromiso con la justicia y la equidad, el reconocimiento y la garantía de derechos, el vínculo con las organizaciones y movimientos sociales.
Todo esto posible en la medida que no nos aislemos en lo laboral, que participemos organizadamente, que promovamos procesos sociales, que nos pronunciemos y generemos propuestas de cambio, que democraticemos nuestras organizaciones y construyamos organización, que eliminemos de nuestros propios espacios las actitudes mezquinas de intereses particulares.
El Paro Nacional es entonces un avance, en el que por cada muerto pareciera levantarse miles más para seguir caminando en esa búsqueda de la emancipación de la sociedad colombiana, que hoy representa la lucha de todos los pueblos. Puede pasar como otro momento coyuntural de nuestra historia, pero es un momento en que se gritó no más autoritarismo, no más patriarcado, no más racismo, no más discriminación, no más asesinatos a líderes, no más masacres, no más hambre, no más neoliberalismo, entre otras tantas frases que finalmente solo reclaman desgarradoramente justicia y dignidad. La historia dirá si es otra posibilidad fallida o si definitivamente transcenderemos con la unión de los movimientos sociales a otro país, en el que ya no se naturalice la muerte violenta, las injusticias, el latrocinio y la desigualdad. Así, esta generación trasciende y construye lo colectivo, aspectos necesarios para la emancipación; por eso, independientemente de que tanto se consiga avanzar ahora, la protesta social se reclama como una victoria que genera esperanza y construye futuro, con un caminar que se mantendrá constante hasta lograr transformar las bases sociales que solo beneficia e interesa a unos pocos.