De armas de las Farc a monumentos de paz, justicia y reparación
Durante el coloquio, organizado por el Grupo de Derechos Culturales: Derecho, Arte y Cultura del Externado, docentes, miembros de entes gubernamentales y expertos en arte y paz hablaron sobre los monumentos que se construirán con la fundición de las armas de las Farc.
“Los monumentos que se harán con las armas de las Farc servirán para que Colombia se reconcilie, para que Colombia mire hacia adelante, para que Colombia mire su futuro, para que Colombia nunca olvide el pasado”.
Con estas palabras, el Alto Comisionado para la Paz, Rodrigo Rivera, abrió el coloquio, organizado por el grupo de Derechos Culturales: Derecho, Arte y Cultura y el Observatorio de la Implementación de los Acuerdos de Paz del Departamento de Derecho Constitucional del Externado, “Los monumentos con las armas fundidas de las Farc ¿quién, cómo, dónde deberá ser/hacer/estar?”.
Durante el encuentro, Rivera también anunció que este 26 de septiembre, cuando finalice el monitoreo por parte de las Naciones Unidas de las armas entregadas por las Farc, se le entregará el armamento inhabilitado al Ministerio de Cultura y se contará con la custodia física de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (Unipep).
De acuerdo con Rivera, la Comisión de Seguimiento al acuerdo de paz (CSIVI), conformada por el Gobierno y las Farc, llegó a esa decisión, con el fin de adelantar el proceso para la construcción de los tres monumentos, estipulados en el Acuerdo de paz en La Habana.
El pasado 27 de junio del 2017, se entregaron las armas de este grupo insurgente durante un acto al que asistieron el presidente Juan Manuel Santos y miembros de las Farc en Mesetas, Meta. El jefe de la Misión del organismo internacional, Jean Arnault, precisó en ese momento que se entregaron en total 7.132 armas individuales, que habían permanecido en una bodega en Bogotá, mientras miembros de las Naciones Unidas realizaban el proceso para dejarlas inactivas.
Un monumento para las víctimas y la memoria
Cuando se estructuró y se firmó el Acuerdo de Paz en La Habana, Cuba, entre el Gobierno Nacional y las Farc, en el artículo 3.1.7 se estipuló que el destino final del armamento entregado por este grupo guerrillero serían tres monumentos que se ubicarían en Colombia, Estados Unidos y Cuba.
Los monumentos pactados se construirán con el fin de que Colombia y el mundo, no olviden los 53 años de guerra por los que atravesó con este grupo armado, pero, en especial, se construirán para honrar, resignificar y crear memoria de todas las víctimas que dejaron estos años de horror en el país.
Durante el coloquio “Los monumentos con las armas fundidas de las Farc ¿quién, cómo, dónde deberá ser/hacer/estar?” varios de los panelistas, entre los que se encontraban, María Clara Bernal de la Universidad de los Andes, la Teniente de Navío Juanita Millán, Catalina Bateman y Néstor Osuna, de la Universidad Externado, Danilo Rojas, Consejero de Estado, Uldi Jiménez, Magistrada del Tribunal Superior de Justicia y Paz y Victoria Sandino de la Subcomisión de Genero y Paz (Farc-Ep), coincidieron en que la elaboración de estos tres monumentos debía estar guiada principalmente en la búsqueda de la creación una memoria colectiva, individual e histórica de lo que representa el fin del conflicto con las Farc.
“Deben ser monumentos participativos, que tengan las voces de las víctimas y la ciudadanía; todos vivimos el conflicto armado desde diferentes perspectivas y esto se debe reflejar en estas construcciones”, mencionó David Ramos, coordinador del Semillero de Investigación en Arte y Memoria de la Universidad Pedagógica.
Por su parte, Victoria Sandino, miembro de la Subcomisión de Género y Paz del Grupo de las Farc-Ep, opinó que estos monumentos son una parte fundamental del proceso de paz, ya que no solamente aportan en el tema de la memoria, la reparación y el reconocimiento de las víctimas, sino que también aportan a la reconciliación. “Es necesario que sea participativo, consensuado con la gente. Hoy esas armas que portamos por tantos años en nuestras manos, pueden construir justicia, verdad y reconocimiento de las víctimas que produjo este conflicto armado por tantos años”, agregó Sandino.
Para los invitados al coloquio, el monumento debe generar también reflexión y debe hacer que los colombianos y extranjeros, piensen críticamente en los hechos que llevaron a la construcción de estas piezas.
Al final del encuentro, de todo lo propuesto por los diferentes panelistas se redactó un documento el cual será entregado al Alto Comisionado para la Paz, para ser analizado y discutido por los miembros del Gobierno Nacional y las Farc y llegar a un acuerdo final esta vez sobre la construcción, ubicación y sentido de cada uno de los monumentos.
Entre las propuestas se encontraban:
- Las armas no deben conservar su forma.
- En la medida de lo posible, el monumento no debe contener formas humanas.
- Se debe identificar a las víctimas del conflicto armado, con nombre y apellido, para garantizar la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
- Debe ser un símbolo de reconciliación que sane heridas del conflicto colombiano.
- No puede ser un medio de revictimización, ni hacer apología a la guerra.
- Debe ser ambientalmente responsable y sostenible.
- Debe ubicarse en un lugar donde se pueda renovar constantemente y pueda estar al contacto de la ciudadanía.
- Debe ser un espacio vivo de transacción de saberes entre varias generaciones.
- Debe ser un proceso elaborado de manera paulatina y debe permear lo rural y lo urbano.
- Se deben ubicar en lugares donde sucedieron los hechos: parques, universidades, colegios. Debe tener información de los hechos, nombres, fechas, cifras.
- Debe estar pensando desde la equidad de género y la presencia de las mujeres en el post-acuerdo.
- Los tres monumentos deben generar un diálogo entre sí, para crear un tríptico que genere una unión entre las piezas localizadas en Colombia, Estados Unidos y Cuba.
Cada uno de los ponentes, destacó, además, que es de suprema importancia que estos monumentos no busquen conmemorar esta historia de guerra, sino que permitan la reflexión constante de los 53 años de conflicto armado que vivió Colombia; pidieron subrayar el deseo de cuestionar con estas piezas y que se conviertan en un acto permanente de reparación simbólica y el gran símbolo del Acuerdo de Paz.