Impactos del confinamiento en el individuo y la sociedad
Tres médicos investigadores, con diferentes experticias, profesores de distintas áreas de la Universidad Externado de Colombia, presentaron sendas interpretaciones, desde diversas ópticas, de los impactos que la situación de confinamiento tiene en el individuo y la sociedad.
Son ellos, por una parte, los docentes Mauricio Aponte, además de psiquiatra, filósofo y magíster en Estudios Políticos y Juan Carlos Caicedo Mera, doctor en Ciencias Biomédicas en el campo de Neurociencias, ambos investigadores del área de Salud, Conocimiento Médico y Sociedad de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, quienes compartieron panel con Ricardo Mora Izquierdo, docente de Derecho Penal y exdirector del Instituto Nacional de Medicina Legal.
Sus puntos de vista se presentaron durante el conversatorio virtual «El confinamiento dentro del confinamiento», organizado por el Centro de Estudios sobre Genética y Derecho como parte del ciclo de conferencias “Servicios de salud y Derecho médico en tiempos de pandemia”. A continuación se presentan algunos aportes fundamentales de sus intervenciones.
Encaminados hacia una dictadura mundial
El profesor Mauricio Aponte reflexionó sobre cómo la expansión en el mundo del Covid 19, que ha exigido medidas sanitarias como el confinamiento, es el escenario perfecto para el incremento del carácter totalitario de los regímenes políticos en el mundo, sin que apenas podamos chistar, atemorizados y perplejos, como estamos.
Un entorno propicio para la obediencia, en el que la democracia sufrirá inevitables restricciones, sostuvo el docente, al describir las realidades que la pandemia está descubriendo. Agregó que las experiencias del confinamiento despojan a las personas del ‘afuera’, y hacen difuso su rol social. Algunos psiquiatras lo han definido como “una mutilación del yo”.
Igualmente, en la cuarentena nos vemos abocados a un proceso de desculturización, en la medida en que nos resulta difícil imaginarnos cómo va a ser el mundo, y nos encontramos desentrenados respecto de la experiencia social habitual. “¿Estamos ante un cambio radical de la existencia del yo, marcada por la obediencia y el control social?, se preguntó el investigador.
De igual manera, nos vemos abocados, a una ruptura de la acción económica que nos pone a merced del Estado, lo que conduce, también, a la pérdida de la autonomía.
Si, como ha dicho la OMS, el Covid 19 llegó para quedarse, el mundo del futuro sería cada vez más normalizado; estaríamos inmersos en la arquitectura digital en nuestros domicilios, lo que se puede equiparar a estar en una celda. Nos mantendríamos en estados de excepción, de militarización. De manera que el coronavirus podría conducirnos a una especie de dictadura mundial, reflexionó el profesional.
Por otro lado, el confinamiento pone al descubierto las abismales diferencias socioeconómicas de un país como Colombia. Realidades que de alguna manera se ‘maquillan’ en otras circunstancias. “El virus exacerba las diferencias sociales, muestra el mundo tal como es”, según Aponte.
Confinamiento: una afrenta al desarrollo neurológico
Si el cerebro sirve para moverse inteligentemente, esto es, para el relacionamiento del hombre con su espacio, según lo exponen científicos como Rodolfo Llinás, el confinamiento físico es una afrenta al desarrollo neurológico, pues implica una privación de estímulos físicos y sociales. En la naturaleza, cuando no hay que moverse el cerebro resulta prescindible. El movimiento en el espacio es el escultor de la arquitectura cerebral, planteó el profesor Juan Carlos Caicedo.
Igual que en la caverna primitiva, la casa actual es una suerte de base segura para activar la exploración del mundo. En el confinamiento obligatorio se pierde esta función de ‘plataforma de lanzamiento para la vida’. De esta manera, la casa como lugar de permanencia total se vuelve opresora para el ser humano, que tiene como ideal el contacto con la naturaleza y con el medio exterior, en general. Así, el encierro marca la paradoja entre la protección y la restricción de libertad.
Por esa razón resulta tan definitiva, en tiempos de cuarentena, la actividad física en condiciones que simulan las del espacio físico exterior: ayuda a contrarrestar la ansiedad del confinamiento.
Pueden ser tan indeseables las consecuencias de un aislamiento extremo (caso cárceles de alta seguridad) que tambalea la capacidad de percibir la realidad. En esas condiciones, el cerebro reduce notablemente la actividad eléctrica, comienza a “apagarse” y surgen distorsiones de la percepción de la realidad, confusiones, fantasías agresivas, autolesiones; incluso si el encierro se da por períodos no muy prolongados.
Ese aislamiento extremo que llegan a padecer también muchas personas que contraen el virus; una experiencia de gran sufrimiento físico y psíquico dada por la combinación de estresores: el confinamiento bajo estrictas medidas de bioseguridad y el estigma de ser portador de la enfermedad.
Agregó el profesor Caicedo que fuera de estos casos extremos, la situación de cuarentena puede resultar compleja también para personas que viven solas. Aunque podrían estar más adaptadas a permanecer en su espacio de domicilio, sus contactos e interacciones sociales se encuentran fuera de este, siendo más posible que se conjuguen con crudeza el aislamiento físico y la deprivación social. La soledad, agrega el experto, tiene mayor incidencia en la muerte temprana de las personas que otras situaciones como el alcoholismo, la obesidad o la polución del ambiente.
Por fortuna, el ser humano tiene capacidad de adaptación. Y cuando no puede activarse el impulso de la exploración, se desarrollan otras maneras de creatividad, otros ritmos que nos llevan a sobrellevar la experiencia e instalarnos en el presente, concluyó Caicedo.
Cárceles: confinamiento al cuadrado
Si el confinamiento obligatorio a causa del Covid 19 tiene efectos notables en las personas que se recluyen en sus casas, el impacto es geométricamente superior en quienes están privados de la libertad en las cárceles, hogares de ancianos, asilos y casas de reposo: el ‘confinamiento dentro del confinamiento’ tiene consecuencias psicológicas demoledoras.
El profesor Ricardo Mora Izquierdo describió el encierro en la cárcel como un doble confinamiento, resultado de la pérdida de la libertad y del señalamiento social. Esta realidad, consistente en un virus invisible que representa una amenaza dentro y fuera de la cárcel, se convierte en un “estímulo sobrecogedor” en la medida en que el compañero pasa a ser un enemigo potencial. Y todo esto se adoba con el hacinamiento que hace del famoso distanciamiento social, una quimera.
Así, el miedo es el sentimiento generalizado y, lo peor, no se puede huir. “Es una situación que agobia a la persona, que la lleva a la resignación, a la entrega al enemigo, una circunstancia muy amenazante en términos de salud mental”, sostuvo Mora.
Y como si todo esto fuera poco, el profesor de Derecho Penal puso de presente cómo las normas que se han expedido para ‘proteger’ a la población reclusa, hacen referencia exclusivamente a quienes ya presentan los síntomas de la enfermedad, ni siquiera cobijan a los enfermos asintomáticos, es decir, que no existen medidas preventivas en las cárceles que garanticen la seguridad de los reclusos y los trabajadores.