Cómo se resuelven las disputas políticas en América Latina
Después de un mes desde el fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la controversia entre Bolivia y Chile, en declaraciones recientes el presidente Evo Morales señaló que no ha recibido respuesta de su homónimo chileno tras las comunicaciones enviadas para retomar el dialogo. Ante este escenario nos preguntamos ¿es la controversia entre Bolivia y Chile un problema sin solución para la región? ¿Cuáles son entonces las implicaciones del fallo realizado por la CIJ? ¿Cómo puede América Latina resolver sus controversias?
Con el objetivo de tener una perspectiva regional que fuese más allá de las disposiciones jurídicas dictaminadas por la Corte Internacional de Justicia frente a este asunto, consultamos a Rodolfo Colalongo, docente de la Maestría en Asuntos Internacionales y del programa de Gobierno y Relaciones Internacionales, experto en Gobernanza Global y Análisis de Política Internacional, sobre las implicaciones políticas del fallo y lo que este puede significar para la región.
“Es un llamado de alerta para América Latina”, para el experto, la primera pauta que marca la decisión de la Corte Internacional de Justicia es que justamente la región tiene la necesidad de crear mecanismos propios de solución de controversias de orden político que le permitan resolver los distintos problemas que durante años se han quedado sin resolver y que continúan impactando de una manera u otra a la región.
De hecho, el docente sugiere que al no existir propiamente un mecanismo de este tipo que sea verdaderamente efectivo para resolver las disputas políticas que surgen en la región, los Estados no contarán ni con las herramientas ni con las intenciones para resolver los problemas de fondo que surgen a nivel internacional entre ellos. Ejemplos de esta tendencia que evidencia como los mecanismos jurídicos no han sido suficientes para realmente resolver las disputas regionales son casos como el de Colombia y Nicaragua o Argentina y Uruguay, por nombrar algunos.
En este sentido, mientras la región continúe acudiendo a la Corte Internacional de Justicia para resolver problemáticas, para las que por cierto no fue creada y que son en esencia políticas, estas continuarán siendo disputas irresueltas que seguirán siendo motivo de discusión con el paso de los años.
Si además tenemos en cuenta la coyuntura política de la región, en la que la mayoría de los países se encuentran en un contexto de retraimiento, sobre todo a nivel regional, podemos ver por qué el fallo no generó mayores emociones ni declaraciones por parte de los gobiernos vecinos. En efecto, hoy podemos observar como los países de la región deciden no involucrarse en los problemas ajenos sino dedicarse a atender los problemas propios, esto explica en definitiva por qué ningún país salió a festejar o incluso a manifestarse en contra del fallo, así como tampoco hubo esfuerzos visibles para intentar acercar a las partes para que a través de la negociación logren resolver el problema que tienen.
Pese a lo anterior, Colalongo comenta que más allá de estas carencias institucionales que a nivel regional dificultan la solución efectiva de las controversias, América Latina es considerada como una región de paz en donde las disputas políticas entre Estados no parecieran ser escaladas a otras medidas que pueden ser consideradas mucho más graves, como movilizar tropas o cortar relaciones diplomáticas, entre otras.
En conclusión, aunque este fallo no desencadena ningún tipo de crisis a nivel regional, lo cierto es que si es un llamado de alerta para la región y sus gobernantes. Es necesario crear mecanismos de carácter político que permitan plantear espacios de solución de controversias que trasciendan a un gobierno o una administración. De lo contrario, continuaremos acarreando los mismos problemas a los mismos problemas a los que desde hace siglos no hemos podido dar una solución adecuada.