El declive poblacional
Óscar A. Alfonso R.
Docente investigador, facultad de economía de la Universidad Externado de Colombia. oscar.alfonso@uexternado.edu.co
La exageración y la displicencia son los extremos en los que tradicionalmente se mueven los discursos sobre la cantidad de habitantes de algún lugar. Se acostumbra exagerar el crecimiento poblacional porque bien manipuladas las cifras dan réditos políticos y alientan prácticas mercantiles inescrupulosas. En contraste, la indolencia y la omisión son los atributos de los discursos de los dirigentes políticos y gremiales con el declive poblacional. Y esto ocurre a escala planetaria, continental, nacional y local.
El elevado costo de los censos poblacionales inhibe a los gobiernos, en especial a los que enfrentan problemas fiscales, de emprender esos operativos con cierta regularidad. El ‘recensiamiento’ es una técnica de actualización periódica con muchas ventajas que, sin embargo, no ha logrado desplazar a las proyecciones. Dentro de estas últimas, las que procuran actualizar los componentes del crecimiento poblacional con estadísticas vitales y de migración son las más costosas, mientras que las que asumen una tasa de crecimiento del pasado son las más baratas. Las primeras son, generalmente, las menos erráticas.
Se estima que la población mundial alcanzó los 5.000 millones de habitantes en 1987. Le había tomado 37 años duplicarse, algo que para muchos se consideró como una tendencia alarmante y sobre esta se elaboró el relato de la explosión demográfica. El fin del segundo conflicto bélico mundial habría sido el punto de inflexión del irremediable crecimiento poblacional. Una exageración que llevó a prever que la población mundial alcanzaría los 12.000 millones de habitantes al finalizar el siglo xxi, a pesar de las evidencias del relajamiento del crecimiento vegetativo desde inicios de la década de 1990.
La tasa de crecimiento poblacional anual entre 1950 y 1987 fue, en promedio, de 1,87%, y es de 1,34% desde 1987 hasta ahora, aceptando que hemos llegado a los 8.000 millones de habitantes. A pesar de ello, en un estadio de crecimiento persistente de la hambruna en el mundo, sobre todo en el África subsahariana, América Latina y otras zonas tercermundistas, el crecimiento poblacional continúa incitando las exageraciones poblacionales.
A escala mundial ha habido esfuerzos de científicos de la demografía y de otras disciplinas sociales que han contrariado esas exageraciones. En 1972 se conocieron los resultados de las reflexiones de un equipo de investigadores que, con el apoyo del Club de Roma, cualificaron el relato de los límites naturales del planeta, que advertían sobre la posibilidad del súbito declive de la población debido a la estructura depredadora de los procesos fabriles, la polución, las ineficiencias de la producción y distribución de alimentos y, en general, del agotamiento de los recursos de la naturaleza. Uno de los méritos de este esfuerzo es que proyectó varios escenarios, y estos eran revisados y ajustados cada 20 años.
En 2020 se conocieron los resultados de una investigación financiada por la fundación de los esposos Gates que fue desarrollada por 24 médicos y demógrafos de varios países que evaluaron las externalidades económicas y geopolíticas de los cambios demográficos en las estructuras de edad, la fertilidad, la mortalidad y la migración. Stein E. Vollset es uno de los líderes de este equipo para quienes, en el escenario de referencia, la población mundial alcanzará un pico de 9.730 millones de habitantes en el 2064 para luego decrecer hasta alcanzar 8.790 millones en el 2100.
A pesar del declive poblacional en los Estados Unidos y China, estos países continuarán su disputa por el liderazgo económico mundial y la consecuente exportación de sus modelos políticos y de organización social. La India escalará al tercer lugar en esa escala jerárquica, pero no atentará contra el predominio de las dos potencias, a pesar de que ocupe el primer lugar en cuanto al tamaño de su población.
En los cinco escenarios considerados, los países primermundistas comienzan a enfrentar una contracción de la población menor de 65 años, lo que anuncia la escasez de brazos para el trabajo y, por ello, el desprecio y el maltrato con los que se trata a los inmigrantes, en la actualidad, cambiarán radicalmente en los años venideros.
El clima inhóspito de Oceanía hace que la mayor parte de su superficie sea seca, razones que explican su escasa población la que, además, se concentra en pocos lugares. Colombia sigue este modelo, con la diferencia de su reconocida riqueza natural y diversidad climática propia del país ecuatorial más septentrional de Suramérica. Esta comparación es pertinente para abordar la displicencia perenne de las élites políticas y económicas con la cuestión poblacional colombiana.
En la Asamblea Nacional Constituyente algunos de sus miembros mostraron algún interés en la disposición de la población en el territorio colombiano. De hecho, una de sus principales tareas era la de concebir un modelo territorial de Estado capaz de encauzar las políticas estatales y sus intervenciones hacia un Estado diferente al que venía en curso desde 1886. Ese fin no se alcanzó y, en cambio, se dejó al arbitrio del ejecutivo y del legislativo su diseño que, después de al menos 39 intentos frustrados, dio lugar a la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, un estatuto igualmente frustrante que no contribuye a llenar los grandes vacíos en materia de política de población.
El Censo de Población que se proyectó realizar en 2013 se realizó en el 2018. La discrepancia de las proyecciones poblacionales promovidas desde organismos estatales con los resultados censales, ya por exceso o ya por defecto, fue traumática para todos los municipios del país. La que tuvo más resonancia fue la de Bogotá, pues la sobreestimación le permitió a Enrique Peñalosa proponer la producción de suelo habitable en áreas de protección ambiental como la reserva Van der Hammen.
El análisis de la dinámica poblacional en el período intercensal 2005 a 2018, con los resultados ajustados por cobertura del operativo censal, indican que 44 de cada 100 nuevos residentes en Colombia, ya por causa del crecimiento vegetativo -nacimientos y defunciones- o ya por la migración neta -inmigrantes y emigrantes-, se localizan en apenas 74 municipios cuyo rasgo dominante es que están involucrados en procesos de metropolización en torno a apenas ocho núcleos metropolitanos.
En el otro extremo, hay 479 municipios en declive poblacional y 267 muy próximos a esta situación; es decir, que el 66,5% de los municipios colombianos carecen de sustentabilidad poblacional pues el crecimiento vegetativo no compensa la migración neta, o viceversa. Que dos terceras partes de los municipios colombianos padezcan el declive poblacional o estén ad portas de hacerlo, es algo anormal. En cambio, los 302 municipios restantes gozan de un crecimiento poblacional estable.
Cuando la omisión del Estado, tanto en sus políticas como en la garantía a los derechos fundamentales de las personas, es la responsable del declive poblacional, al fenómeno se le denomina demotanasia.
No es ninguna exageración afirmar que no es posible alcanzar la paz con demotanasia.