Más matrimonios precoces, mayor corrupción

El estudio “Estructura familiar, machismo y corrupción”, identifica las estructuras familiares que contribuyen a la corrupción en ciertas sociedades.

Investigación de la Facultad de Economía del Externado descubre, en los datos disponibles, una clara relación entre alto índice de “niñas – esposas” y la corrupción.

Investigador propone elaborar Genealogía de la corrupción en Colombia.


El capítulo es uno de los estudios de la colección “La corrupción en Colombia” (4 tomos), segunda serie de investigaciones sobre grandes temas del país que, a su vez, hacen parte el proyecto “Así habla el Externado”.

El investigador pone la lupa sobre el matrimonio precoz, que se acompaña de otras realidades como la organización en clanes, esto es, unión de varias familias con lazos de parentesco, dominadas por un jefe varón, que impone las reglas de comportamiento y garantiza la protección de los miembros de esta familia extendida.

Son varias las explicaciones posibles que Rubio encuentra para dar cuenta de cómo en una unión conformada por un hombre mayor y mujer muy joven, se diluye la posibilidad de un sistema de ‘pesos y contrapesos’ dentro de la relación, por la condición de sumisión de la mujer, incapaz de interponerse en las decisiones del marido; y este es un hábito que luego podría trasladarse a otros entornos. El estudio señala que, a nivel internacional, la correlación entre corrupción y la edad del matrimonio, es importante: 56 por ciento.

Explica el académico que una sociedad en la que predominan los clanes imita a la naturaleza en la medida en que reproduce un esquema de búsqueda de supervivencia y supremacía de manadas que responden al liderazgo del más fuerte, descrito por Charles Darwin. Un comportamiento social que se equipara al instinto animal orientado a proteger a la prole y a los parientes.

Al establecer el contraste entre sociedades en las que prevalecen los clanes y el modelo de familia nuclear, propio de sociedades que se desarrollaron primero, el investigador subraya el hecho de que, en pueblos del Norte de Europa, que accedieron tempranamente a un capitalismo incipiente, se difundió un tipo de unión caracterizado por la elevada edad de la mujer (25 años) y la nivelación de edades entre ella y su pareja, en la que se configuraba una relación más igualitaria.

El machismo es la regla general en sociedades atrasadas, en las que la dominación del varón se da en el terreno sexual y en las que son frecuentes servicios de esta naturaleza como contraprestación a los favores que se prestan en la dinámica de la corrupción. Los clanes y similares, propios los países corruptos, se relacionan e influyen en las organizaciones y redes legales, ilegales y criminales, en los que se impone una cultura que justifica cualquier acción en defensa del clan o de sus miembros, aun cuando esta constituya un claro acto corrupto, visto desde la perspectiva de la sociedad occidental capitalista. Así, ayudar a los parientes o a personas de la comunidad cercana puede ser casi una obligación moral, antes que un acto corrupto.

Teniendo en cuenta lo anterior, el investigador propone ampliar la definición tradicional y más difundida de corrupción como el “aprovechamiento de recursos propios en beneficio privado”, en la medida en que “esta concepción asimila la corrupción a una conducta personal, de personas deshonestas, ‘manzanas podridas’, reduciendo la explicación a un problema de codicia individual”.

No se pueden soslayar, dice, los factores de orden cultural que inciden en ese fenómeno que llamamos genéricamente corrupción: “En vez de pasar por el mismo cedazo a todo el planeta, es fundamental la visión local: conocer las interacciones entre personas, familias y comunidades de cerca, con sus peculiaridades, no como entes idealizados y universales”.

Un aspecto relevante del funcionamiento de los clanes es que ellos ofrecen una justicia paralela para imponer las normas en su interior y defenderlo de amenazas externas. Esta justicia actúa en desmedro de la estatal, que se excluye de la dinámica de estas organizaciones, por ser diferentes su lógica y sus propósitos.

Rubio agrega este otro análisis del tema: “Los vínculos entre familia y corrupción se dan por varias vías. La primera y más simple es la del ejemplo o la herencia: con bastante probabilidad, la descendencia de una familia corrupta también será corrupta. Un ejemplo son los hermanos Moreno Rojas”.

Este tema se desarrolla en otro capítulo de la colección “La Corrupción en Colombia”, titulado “El cierre de los bolsillos de Samuel Moreno Díaz: censura de prensa, denuncias de corrupción y el clan de Rojas Pinilla durante la dictadura”. Tras un exhaustivo recorrido por la historia de corrupción de tres generaciones de esta familia, el historiador Carlos Camacho Arango propone el inicio de una genealogía de la corrupción en Colombia.

Matrimonios precoces y corrupción en Colombia

“Las niñas esposas en el país no son pocas”, subraya el autor del estudio al revelar datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, según los cuales en el 2010 casi tres millones de colombianas estaban casadas o en unión libre a los 15 años.  Este segmento de uniones prematuras concentra 52 por ciento de las mujeres con educación primaria o menos.

Según el documento, el mayor índice de corrupción en el país se da en departamentos con alta frecuencia de matrimonios conformados por niñas o mujeres muy jóvenes. Vichada, Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare y Meta, muestran mayor incidencia de matrimonios tempranos. Al mismo tiempo, los departamentos menos corruptos, según distintos índices, Antioquia, Santander y Huila (…) muestran una edad promedio para la primera unión superior al promedio.

En el primer grupo es común que niñas se entregan en matrimonio para configurar una relación de sumisión: “no parece casualidad que en algunos de esos lugares haya habido alto reclutamiento de niñas para, entre otras obligaciones, atender sexualmente a comandantes guerrilleros cuarentones”, agrega.

Tras destacar que el panorama para ellas es desesperanzador, el investigador pone de presente cómo: “cada año de aplazamiento de la primera unión disminuye en 7% las probabilidades de ser golpeada por la pareja. Nupcias a los 15 en lugar de a los 24 duplican el riesgo de maltrato, sin ser ese el único costo de apresurarse. La proporción de esposas quinceañeras es del 23 % entre las mujeres menos educadas y apenas del 1 % de las universitarias”.

La responsabilidad de la Corte Constitucional

El investigador sostiene que la Corte Constitucional ha contribuido a que en el país se mantengan estructuras familiares que califica de racistas. Afirma que, en aras de respetar tradiciones culturales y prácticas ancestrales reconocidas por la Carta Política, las decisiones del organismo favorecen estos matrimonios precoces, con toda su carga de iniquidad para las ‘niñas -esposas’.

“El progresismo colombiano, endosado por la Corte Constitucional, no ha tenido inconveniente para aceptar que, en varias etnias, todavía sea común que niñas apenas púberes se casen o convivan con hombres adultos no siempre escogidos por ellas. Un par de maromas intelectuales bastan para hacer coherente ese exabrupto con derechos fundamentales, libre desarrollo de la personalidad y superación de la pobreza sin reconocer que se trata de la forma más cruda de racismo: por el solo hecho de nacer indígena, una niña ve severamente restringidas sus posibilidades de educarse y tomar sus propias decisiones vitales”. 

Algunas recomendaciones

Para comenzar, el investigador invita a la academia y a la jurisprudencia a estudiar la situación de los derechos pisoteados de las niñas y mujeres indígenas, para quienes sugiere “huir” de su entorno como única posibilidad de liberación, dada la situación.

A nivel universitario, agrega, la corrupción debe estudiarse en el terreno, entre otras razones por ser un fenómeno mucho más expandido que el de la violencia. Propone que los estudiantes observen de cerca, se unten, sientan el impacto de la corrupción. Sugiere, por ejemplo, adelantar trabajos de campo que les permitan a los jóvenes “establecer vínculos entre el padecimiento de personas reales y la gente muy educada que las roba. Faltan investigaciones, estudios de caso y seminarios sobre las técnicas de defraudación al Estado”.

Por otro lado, asegura: “Se requieren militantes anticorrupción, por ejemplo, dentro del sector público. Mejor que sean mujeres: los indicadores internacionales muestran que la mayor igualdad de género en el empleo estatal se asocia con un aumento significativo de la transparencia”.

Finalmente, teniendo en cuenta el resultado más notable de su estudio, en Colombia está pendiente una campaña explícita contra el matrimonio precoz, entre otras medidas.