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Pieza del mes

Enero de 2025

Ciudadano Presidente de la Unión (1884)

Santiago Gaona Robles – Estudiante de Historia y practicante de Lux non occidat

A principios de 1885, más concretamente el 23 de enero, apareció una pieza titulada “Ciudadano Presidente de la Unión”, firmada por notables liberales radicales e intelectuales de la época, que permite examinar las discordias bipartidistas de ese momento, una de sus copias originales hoy reposa en Lux non occidat – Museo y Archivo Histórico del Externado.

El año 1885 marcó el nadir definitivo para los Estados Unidos de Colombia. Habían pasado poco más de dos décadas tras la promulgación de la Constitución de Rionegro de 1863, que había augurado el inicio del Olimpo Radical, caracterizado por una propuesta federalista y liberal. Durante sus últimos años este período de la historia colombiana estuvo marcado por la creciente discordia en la esfera política, consecuentemente expandida al ámbito social. La elección de Rafael Wenceslao Núñez Modelo encendió un polvorín que acabó por desatar una guerra civil entre 1884 y 1885, cuyo epicentro inicial fue el Estado Soberano de Santander y que se extendió por todo el territorio colombiano.

De la colección Lux Non Occidat: Museo y Archivo Histórico.

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Este período fue a su vez la culminación de otras disputas como la relación entre las administraciones predominantemente liberales y la Iglesia Católica, así como el rol del orden público que había estado condicionado por los dictámenes federalistas de la Constitución de Rionegro, dando como resultado el “inevitable despertar de la reacción”. En su núcleo, los Estados Unidos de Colombia daban gran libertad a sus Estados constituyentes, a tal punto de que el gobierno central estaba efectivamente limitado, y el valor de su existencia cuestionado. La “reacción” encontró su primera consigna en Núñez cuando este estresó fuertemente la dicotomía de “regeneración o catástrofe”. En otras palabras, solo había dos opciones desde el punto de vista de Núñez: o se reconstruía totalmente el estado (o mejor dicho, “regenerarlo”) o este quedaba condenado a “la catástrofe”.

En aquel momento, los liberales radicales habían conseguido un triunfo resonante cuando Ricardo Gaitán Obeso capturó la ciudad de Barranquilla. Paralelamente, se registró un supuesto acto de insubordinación militar en Agualarga, actual municipio de Albán, Cundinamarca. La represalia contra los sospechosos provocó una fuerte indignación, especialmente entre aquellos que se adscribieron al manifiesto contenido en el documento “Ciudadano Presidente de la Unión”. La pieza comienza con dicho descontento:

“Los infrascritos, ciudadanos de Colombia, i miembros de la familia humana, se dirijen a vos con estos títulos para denunciaros i pediros que mandeis cesar el hecho incalificable que tiene conmocionada profundamente a la población de esta ciudad, de estarse aplicando desde ayer la pena de CUATROCIENTOS PALOS a cada uno de los soldados del Batallón 6° que tomaron o se cree que tomaron parte en el acto de insubordinación militar ocurrida en Agua-larga ahora unos cuatro o cinco días.”

El malestar, derivado del castigo impartido a aquellos acusados de supuestamente insubordinarse, ya que los “cuatrocientos palos” fueron considerados una sanción demasiado severa. A continuación, el documento recurre a recordar las leyes vigentes para enfatizar el carácter desmedido de la pena:

“Ni el Código militar, ni las leyes de la guerra, ni los más encarnizados sentimientos de venganza, autorizan ni aconsejan un hecho cuya ferocidad choca abiertamente con los sentimientos del pueblo colombiano. El mayor de los delitos en tiempos normales i en tiempos de guerra, EL DE TRAICION, solo es castigado por el artículo 1.647 del Código militar, con reclusion, destierro o presidio hasta por diez años.”

La invocación de las leyes para enfatizar el exceso en el castigo tiene también ciertos tintes de acusación de tiranía, al considerar que se ha desconocido el límite impuesto por el ámbito legal en el caso del castigo a los supuesto insubordinados. En otras palabras, también hay un rechazo al sobrepaso y la monopolización de las leyes por parte de una única figura de poder, algo ejemplificado por la frase en latín quod principi placuit legis habet vigorem, “lo que place al príncipe tiene vigor de ley”. En el espíritu liberal, representado en instancias como el manifiesto del documento e incluso en individuos como el propio Rafael Núñez a inicios de su trayectoria política, esto supuso una de las mayores aberraciones, puesto a que el vigor de la ley al someterse a los caprichos de un solo individuo acaba amenazando las libertades.

Un mes después de la fecha de esta pieza los liberales radicales sufrieron un duro revés en un enfrentamiento contra las fuerzas gubernamentales cerca de Cartago, en el actual Valle del Cauca. Para finales del año el conflicto fratricida había terminado, y junto a este el Olimpo Radical. El trabajo de “regenerar” al Estado desembocó en una nueva carta magna para la nación colombiana en 1886, que deshizo los pilares de la Constitución de Rionegro, apuntando a una organización estatal fuertemente centralista. Así, se consolidó la sujeción del imaginario nacional a la religión católica y el enfoque en una única herencia, la hispánica.

La caída del Olimpo Radical no marcó la derrota de su ímpetu entre sus proponentes. Al mismo tiempo que Núñez y sus partidarios promulgaban la nueva constitución, se fundó la Universidad Externado de Colombia, una propuesta encaminada a la libertad de enseñanza por el sendero construido por los liberales radicales. Para ellos, el Externado mantuvo iluminada una llama que desde su punto de vista el régimen del regeneracionismo intentó apagar.

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