Pieza del mes
Diciembre de 2024
Mosaico de 1924
Por Natalia León Soler
El tránsito del siglo XIX al XX fue un periodo de gran agitación política, en el que las guerras civiles de 1895 y la de los Mil Días (1899-1902) marcaron profundamente la historia de Colombia. El panorama político, institucional, cultural y educativo se vio intensamente afectado. Estas contiendas, junto con el régimen de la Regeneración, desplazaron aún más el ideario liberal que había guiado las reformas de la segunda mitad del siglo XIX. Durante este tiempo, el país sufrió un retroceso en sus avances hacia la modernidad, lo que se hizo muy notorio en el campo educativo.
Uno de los referentes más importantes de la educación científica en Colombia, el Externado, cerró sus puertas durante 23 años, a partir de 1895. Sin embargo, en 1918, gracias a la gestión de Diego Mendoza Pérez, quien asumió la rectoría, la institución resurgió con renovados esfuerzos y una visión moderna de la educación.
La pieza del mes, el Mosaico de 1924, se exhibe actualmente en el Museo y Archivo Histórico Lux non occidat y representa un momento significativo en la historia del Externado. Aunque entre 1918 y 1923 se graduaron 26 alumnos, en esos años no se hicieron mosaicos. Así que el de 1924 posee especial significación porque inició la tradición de los mosaicos en los que aparecen los alumnos de último año, en ese caso de Derecho y a partir de los años sesenta de las demás facultades.
Este mosaico, que ahora cumple su centenario, se hizo en un momento trascendental para el Externado: el año en el que la institución renovó su reglamento e incorporó la participación estudiantil en sus órganos directivos, un cambio que marcó una nueva etapa para la universidad. Ese mismo año, el Externado se trasladó a su nueva sede en la Terraza Pasteur, ubicada en la carrera 7 # 23-68. Este período estuvo marcado por un ambiente de efervescencia cultural y política. Era un momento de agitación estudiantil, los jóvenes se graduaban en un contexto de transformación, profesionalizándose y llevando consigo la promesa de renovación.
En el ámbito literario y político, figuras como Luis Tejada, quien murió en plena actividad, así como el auge de escritores como José María Vargas Vila y Baldomero Sanín Cano, marcaron el año 1924. Por otro lado, los Leopardos, un grupo de jóvenes conservadores, también emergieron en este escenario de cambio, junto a la generación de “Los Nuevos”.
Los graduados en los primeros años de la restauración del Externado dieron un paso firme hacia una juventud profesional y comprometida con los nuevos tiempos. Entre ellos, se destacaron nombres como Antonio Santamaría, Juan Mendoza C., Agustín Pardo R., Carlos Arturo Torres Pinzón, Guillermo Acosta A., Gerardo Suescún C., y Pedro Entrena S., quienes marcarían, con su formación, un hito en la historia del Externado, en el ejercicio de la abogacía y en la vida pública.
Llama la atención la proporción entre estudiantes y profesores: 8 a 21, es decir cerca de tres veces más profesores que estudiantes, algo impensable en tiempos posteriores y en cualquier nivel educativo. Pero, a la vez, es el reflejo de la seriedad y el rigor del proyecto formativo que exigía maestros competentes en las diversas áreas de la formación jurídica. En este sentido, además, el cuerpo profesoral es del más alto nivel, comenzando por el rector, Diego Mendoza Pérez y pasando por figuras muy destacadas del liberalismo como Eduardo Rodríguez Piñeres, Lucas Caballero, Simón Araujo, Luis Eduardo Nieto Caballero, Arturo Pardo Morales, Ricardo Hinestrosa Daza, Arturo Quijano, Luis Felipe Latorre y Ramón Vanegas Mora. Varios de ellos formaron parte de las logias masónicas y se les recuerda por su muy destacada vida profesional, intelectual y política, comprometidos en las sucesivas luchas renovadoras del país en las que estuvo comprometido el espíritu del Externado. Algunos de estos profesores, como Hinestrosa Daza y Vanegas Mora, había sido estudiantes del primer Externado y ahora se incorporaban a su cuerpo profesoral.
Este mosaico no solo es una pieza artística, diseñada por el muy conocido fotógrafo alemán Augusto Schimmer, quién al igual que otros fotógrafos de finales del siglo XIX e inicios del XX, llegaron a establecer locales y estudios comerciales, conocidos como gabinetes fotográficos, en los que se instauró la fotografía de estudio. Es por eso que se convierten en un testimonio visual del renacer de la educación en Colombia, un símbolo de la transición entre la tradición y la modernidad en el país.