La gente sempegüera: Coinvestigación para planear la vida cienaguera

Marta Saade Granados
Antropóloga, Ph. D. en Historia y Etnohistoria
Coordinadora de investigación del CIDS
Daniela Sierra Navarrete
Antropóloga, docente investigadora del Programa de Antropología

Sempegua es un tejido de aguas y tierras, habitado por los pueblos anfibios de pescadores artesanales y poblaciones ribereñas campesinas y afrodescendientes, asentada sobre el humedal más grande de Colombia, el complejo cenagoso de la Zapatosa. Es un corregimiento de Chimichagua en el Cesar, que recibe su nombre de un antiguo cacique chimila inscrito en la memoria de la gente por su liderazgo durante la Colonia.

Imaginemos un territorio cenagoso en los humedales del sur del Cesar formado por la interacción del río grande de la Magdalena y el río Cesar. Es un ombligo conector circundado en lo inmediato por aguas, planicies y bosques inundables, secos, riparios y tropicales, alimentado al oriente por la serranía del Perijá, al norte por la sierra nevada de Santa Marta y al sur por la serranía de San Lucas.

Allí, agua, playones de verano, bajos, islas y bosques se entrelazan para ser despensa natural y cultivada para el abastecimiento y ser el soporte vital de dinámicas estacionales y migratorias de distintas especies. Llegar aquí es entrar a un acuatorio dinámico y móvil, parte de los intercambios de materia, información y energía de ecosistemas tropicales, que estructura geografías cambiantes cada año, cada creciente.

La historia de estos sistemas de humedales implica una relación de larga duración entre actores humanos y no humanos, que por lo menos se remonta al Pleistoceno. Estos sistemas de vida remiten a encuentros y procesos de habitación de poblaciones ribereñas amerindias, relacionadas con la diáspora africana y algunos europeos que navegaron por el río Magdalena desde la Conquista.

Hoy, sempegüeros y sempegüeras se reconocen como descendientes de todo este proceso complejo y diverso de poblamiento, que articula un sistema de vida anfibio, al que consideran su casa. Se nombran sempegüeras y sempegüeros como gente de pesca artesanal y, desde hace pocos años, como Consejo Comunitario “Amada Cavas Gutiérrez” (Resolución 507 del 2020).

Sempegua es un pueblo digno y alegre, suena a vallenato y acordeón, tiene los colores ocres y verdes cenagosos, guarda con celo la memoria del conflicto y vive al ritmo de la tambora de su Casa de Cultura. Su sonrisa contrasta con expresiones de racismo, con el alto índice de necesidades básicas insatisfechas y su ubicación en los quintiles más bajos de la riqueza del Cesar. Sufren por no tener tierra. El pueblo original fue mudado al sitio actual, por la constante inundación, pues dos veces al año se desplazaban para adaptarse a la estacionalidad bimodal de las aguas.

Como consecuencia, los líderes comunales gestionaron una tierra para el traslado del pueblo. La escritura pública 270 de 2009 titula como “bien fiscal” 60 ha de la Hacienda California, destinada para el asentamiento de Sempegua, quien fue desprovista de las tierras que han ocupado por la compra fraccionada de familias antioqueñas y barranquilleras, que en la actualidad tienen ya dos fincas de 400 ha que cercan la península por la que se acostumbraba el tránsito terrestre. Ya no hay espacio para las pocas vacas del pueblo ni para el pastoreo de chivos. Muchas orillas han sido ocupadas, con lo cual se impide la pesca de chinchorro, y cientos de especies forestales nativas han sido taladas para evitar la presencia comunitaria en lo que hoy ya son cercas corridas que acaparan el espacio vital sempegüero.

A este escenario se suman las crisis ambientales que soporta la Zapatosa. El complejo recibe las aguas servidas de Valledupar, los residuos agroinsdustriales de palma africana del Cesar y el Magdalena, los sedimentos arrastrados de las orillas erosionadas y deforestadas de las mismas cuencas por la ganadería extensiva, y soporta los pasivos ambientales de la explotación de carbón a cielo abierto en el medio Cesar. En los últimos diez años se han reportado eventos de variabilidad climática recrudecidos. No ha habido veranillo, que les permitía una temporada de sequía, y atraviesan una creciente que no veían desde el año 2010 y sobre la que se presiente una cota más alta de inundación. Son pueblos altamente vulnerables al cambio climático.

En este contexto, Marta Saade Granados y Daniela Sierra Navarrete, ambas profesoras del Programa de Antropología de la Universidad Externado, iniciamos una propuesta de coinvestigación y apropiación social del conocimiento para la elaboración del Censo Cartográfico y el Plan de Vida, insertos en el proceso de reivindicación de su acuatorio y vida colectiva, liderado por el Consejo Comunitario.

La Universidad, en convenio con la Fundación Alma, por medio del CIDS, trabaja bajo el sol sempegüero en el Censo Cartográfico con el propósito de contar con una línea base del Plan de Vida y propiciar un proceso de reconocimiento mutuo de las familias, saberes y prácticas de sus gentes en relación con el acuatorio. Durante semanas, nos juntamos en el kiosco para trazar, con los gestos plurales y a todo color de sus gentes, la casa de cada familia delineada por sus propios integrantes. Aparecieron los patios y cada uno de los palos de sombra y de alimento que los constituyen: los cochinos, chivos, vacas, chinchorros y embarcaciones trazadas con el detalle de quienes los asumen como partes de su vida.

A cada casa corresponden una vida familiar, una imagen y un código que remiten a una base de datos donde registramos: i) características demográficas; ii) producción y roles familiares; iii) conocimientos y capacidades propias; iv) vida cultural, relacionamiento público y comunitario.

Incluimos a migrantes, viajeros y a quienes permanecen de manera estable en Sempegua. Esto ha permitido comprender la centralidad de la disposición al viaje. La importancia de movilizarse por el territorio regional y nacional en busca de oportunidades laborales, y reconocer que, con la misma facilidad de su partida, retornan por periodos o a las fiestas de la Virgen del Carmen, el Festival de la Atarraya, Navidad y Año Nuevo.

Sempegua tiene aproximadamente 1.044 personas distribuidas en 228 casas, quienes concentran sus dinámicas organizativas en torno a la alta correspondencia entre la Junta Directiva del Consejo y la Casa de la Cultura, así como se registra una alta participación en la Asociación de Pescadores. Sabemos que las mujeres se ocupan del colegio en importante proporción y en los liderazgos de la iglesia católica. Y podemos tejer las redes del saber-hacer que constituyen a la pesca artesanal en el oficio central de la vida sempegüera, articulado a otros más. Podemos también dar cuenta de las debilidades y fragmentaciones para urdir su plan de vida.